17 abril 2025

JUEVES SANTO: Diario de oración

 Experiencia del misterio un día de Viernes Santo


   Nota. Solo explicar que Dios no hablaba a María evangelista  con una voz humana, física. Ella percibía lo que Dios le decía como  una moción interior, espiritual, ya que Dios hablaba a su alma y el alma no necesita los oídos del cuerpo para oír  la voz de Dios. Sí se necesita una disposición interior para percibirla y esa disposición si la tenía María Evangelista.

Estando en la oración un día, en 12 de abril[1], con deseos que el Señor daba de darle gusto y con una fuerza que el mismo Señor hacía a mi alma, y grande, para estimar solo esto, el Señor, como agradecido de lo mismo que Él daba a mi alma, se le mostró como corriendo sangre, y que de todas las partes de su cuerpo le salían unas gotas y estas eran tantas que todo lo cogían.

Me dijo el Señor: María, de todas estas gotas y partes ha de tener parte y particular gozo tu alma, de modo que has de ser premiada y se te dará particular gloria de lo que en esto has conocido.

Yo le respondí: Señor, parece tratas de premio cuando yo te estoy pidiendo perdón de mis pecados. Yo no quiero otro premio más que conocer las obras de la cruz.

Entonces el señor me dijo: María, ¿no ves que no hay cruz sin premio? ¿No ves que la cruz está unida con la divinidad, y que la divinidad es Dios, y que quien recibe de Dios es premiado? No puede haber cruz sin premio porque la cruz es obra y obra sin paga en mí no cabe. ¿No ves que quien recibe la cruz y lo que significa conoce y es el mayor favor más que yo puedo hacerle? Es premio el que yo hago al hombre cuando le doy a conocer la verdad de mis caminos, que son los de la cruz.

Y es que yo la tengo unida la cruz con la divinidad y con conocimiento de Dios, el alma que obra en cruz conoce mi gusto y, conociendo mi gusto, opera en él. Y eso ya es premio, porque toda luz de Dios es premio. Y así, no hay cruz sin premio, entendiendo de la cruz que es conocida y vivida, que muchos padecerán y no conocerán la cruz.

Es así, María, esto que te enseño en mí es en lo que muchas veces has obrado y conocido que  la cruz era mía, a la manera que yo trabaje y viví en ella, que fue como te enseñé: en todas las partes de mi cuerpo dándole el ser, en todas al igual  que en una, a la manera que estoy todo en cada parte de la hostia y todo en toda la hostia. De aquí, de esta obra, le vino el fruto que tiene el Sacramento, que es mi cuerpo.

Yo le dije: Señor, eso ya lo veo, mas ¿toda la sangre no tiene el mismo valor que una gota? ¿Y una gota que toda? ¿Cómo dices que has de premiar y dar particular gloria por todas las gotas? Dijo el Señor: Mi cuerpo, María, recibe particular premio por sus obras, y así como aquí padeció de la manera que te he dicho, así recibe del Padre con particular favor, particular gloria y particular premio en todas las partes que tuvo en cruz, con particular ser que allí tengo. Pero esto solo a quien yo lo revelare lo sabrá, y solo el Espíritu Santo lo puede dar a conocer; y quien ha trabajado y ha entrado en estos agujeros[2] y dormido en ellos, de ellos ha de recibir; que quien me acompaña en vida y los conoció, en muerte resucitarán estas obras y ellas vivirán para siempre, como te he dicho: que la cruz es premio y de ella recibirá siempre.

Yo, como veía en el Señor y conocía mi alma lo que el Señor le decía, le dije: Señor, guiad mis caminos de modo que yo te sirva. El Señor, con particular amor, dijo: María, eso lo haré de modo que sea yo el que vaya delante y guíe tus cosas, que me va mi honra y es mi camino este. Y no solo eso, sino que premiaré a quien te ayudare en él, como premié a quien me acompañó a mí y confesó en el mundo. 

Esto decía el Señor y mi alma se enternecía con las palabras del Señor, y andaba deseosa de darle gusto, y me parecía a mí que me hallaba muy indigna de recibir estos favores. Y volvía a recogerme el día del Jueves Santo, con gran ternura que el Señor daba a mi alma y con un conocimiento grande de sus obras, que en cada palabra que en los salmos se decía como en lo que el Evangelio enseñaba, todo parecía era como un mar de aguas vivas en que el Señor ponía a mi alma, para confundirla del grande conocimiento que ella tenía y el Señor le comunicaba.

 Y así, ahogada y tierna, y con dolor de lo poco que yo correspondía a lo mucho que me daban, le dije al Señor: Señor, si estuvieras dando a otro, qué cierta estoy que hubiera trabajado y vivido mucho más y hubiera servido con más veras que yo lo he hecho.



[1] Año 1634

[2] Agujeros de los clavos en manos, pies y costado.

1 comentario:

  1. Señor.ayudme a hacer tu voluntad, señor enséñame a llevar la cruz Amén 🙏

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