15 septiembre 2022

La Cruz ilumina todos los misterios de la Vida de Jesús

 

            María Evangelista estaba preocupada porque alguno de sus escritos que hablaban de su vida espiritual, de su oración, habían sido extraídos de su habitación y se estaban divulgando sin consideración. Lógicamente cada persona lo interpretaría a su manera y eso no haría mucho bien a algunos, al menos que no sabrían entenderlo. María humildemente se queja al Señor de que ya estaba muy cansada de este tipo de cosas y la respuesta que escucha, es dura porque la cruz duele, y duele porque pesa; pero es a la vez,  a todos nos  manifiesta la ternura del infinito amor de Dios por el hombre, ilumina el sentido precioso del misterio del dolor en un seguidor de Jesucristo y pone como modelo de esta vivencia a María su Madre. Os invito a leer sin prisa este texto de las Obras de María Evangelista.

        “Estando un día con algunas penas acerca de algunas cosas que yo había oído que pasaban de mí, y recogiéndome en la oración, me quejaba al Señor y le decía: Señor, ¿hasta cuándo tengo de andar en bocas de los hombres? Sentí que interiormente me decían:

Mira qué día es hoy.

Yo dije: Señor, hoy es el día de tu nacimiento.

Y me decían:

Pues mira si desde este primer día de mi vida me faltaron a mí dichos. Mira si me dejaron los hombres jamás de traer en sus bocas. Unos decían que Yo era el Jesús deseado; otros persiguiéndome; unos que era y otros que no era, de manera que hasta que me pusieron en la cruz no faltaron cosas para decir de mi. Y tú, que eres quien me ha de seguir y que te he prometido ponerte como una figura de mis cosas en mi camino, ¿quieres que  no sea así? En ese caso no es mi camino, porque mi camino es el que yo te doy y es seguir mis pasos con verdad y no solo con deseos. Yo lo quise así para mí y este es el que quiero para ti, porque es el único camino seguro para mis seguidores.

Yo hice un acto de resignación en el gusto del Señor.

Y el Señor me dijo:

Esta es la disposición que has de tener para nacer yo en tu alma y el alma que tenga esta disposición es mi Madre, porque mes aquella que hace mi voluntad, en ella nazco yo, en esas entrañas puras y sin gusto en lo que no se ha de tener gusto. Solo ha de tener en sí, mi gusto y mi voluntad, como así lo hizo mi Madre, que me seguía y hacía siempre lo que yo quise. Y con eso me conservó y dio calor toda su vida, en la que siempre me estuvo concibiendo. Nunca me echó de su corazón y entrañas, de manera que el calor de sus deseos y la fortaleza de sus obras eran para mí un pesebre vivo que daba calor a mis deseos, que eran los de hacer bien al hombre, y todo se hacía  por el hombre. Mi Madre fue la primera que colaboró en mis obras de redención y  me conservó en ella con actos grandes de virtud, haciendo así el oficio de esposa que dio principio a la Iglesia. Como veía con los ojos del alma los misterios altos de la Santísima Trinidad, allí, en aquel portal, permanecía con grandes ventajas el hombre perdido y ya remediado. Ella veía las cosas y experimentaba los misterios con la mayor profundidad que las vio ninguna criatura”.

M.de Dios R. n º 58