26 febrero 2021

PRESENTACIÓN: COCINANDO EL CIELO.

M. María Evangelista Quintero
    

Autora: Nuria Sáez Sánchez

Ilustraciones: de María Mayo

 ¿CÓMO SURGIÓ ESCRIBIR EL LIBRO?

El punto de conexión entre la editorial Xerión, la comunidad cisterciense de Casarrubios del Monte y una servidora lo encontramos en El santo alfaquí, breve relato histórico sobre la figura de fray Hernando que yo escribí a modo de cuento dirigido a un público adolescente, publicado en esta editorial en 2019.

Con motivo del proceso de beatificación de la venerable Madre María Evangelista, la comunidad cisterciense de Casarrubios del Monte se puso en contacto con la editorial, pues deseaban hacer algo similar con respecto a la madre fundadora. A su vez, la editorial me presentó la propuesta: escribir un relato de carácter divulgativo, que diera a conocer a la fundadora de la comunidad de Casarrubios. El resultado final es Cocinando el cielo, una novela accesible a todos los públicos, donde el lenguaje utilizado es un lenguaje sencillo, que hace la lectura muy llevadera y que va conduciendo al lector de una escena a otra de una manera dinámica y entretenida, donde se pueden encontrar escenas de misterio y momentos que invitan a pequeñas reflexiones.

 

¿CÓMO SE ESCRIBIÓ COCINANDO EL CIELO?

Lo primero que me proporcionaron las hermanas fue la biografía de María Evangelista y testimonios de coetáneos suyos. Yo desconocía por completo a María Evangelista, así que inicié la lectura con ganas, puesto que pensé que si existía un interés grande por darla a conocer y estaba abierto el proceso de canonización, debía merecer realmente la pena adentrarse en su vida.

Hice un par de lecturas rápidas de la biografía y fui señalando lo que debía reflejar en la novela: el entorno familiar, social y cultural en el que nació y se crio, cuál era su verdadera vocación y las dificultades a las que tuvo que enfrentarse hasta verse donde ella siempre había anhelado, qué desiertos tuvo que atravesar siendo abadesa, lo que rodeó a su muerte y los milagros que se llevaron a cabo a través de ella o en ella. Uno de los que aparece en el libro es milagro de bilocación que se produjo mientras la madre estaba postrada en cama lidiando con una terrible enfermedad. Ese mismo día, 7 de septiembre de 1638, vísperas de la Natividad de la Virgen, el mismo Juan Alfonso Enríquez de Cabrera -IX almirante de Castilla- da testimonio de que María Evangelista luchaba a su lado, contra el asedio francés que tuvo lugar en Fuenterrabía. Los lugareños ya llevaban algo más de dos meses rodeados por las tropas francesas, que superaban con creces a aquellos vecinos y un puñado de soldados. Esperaban con ansia el refuerzo del ejército español, bajo las órdenes del IX almirante de Castilla, que no llegaría hasta el 7 de septiembre, tras la cual consiguieron una contundente victoria.

Con las dos lecturas ya se fue formando en mi cabeza un boceto de cómo iba a presentar estos datos: debía ser de forma tal que el lector no tuviera la sensación de estar ante una biografía a secas. En este punto decidí crear un personaje ficticio que me permitiera, a través de su propia historia personal, mostrar al lector la vida de María Evangelista y de la propia comunidad.

Necesitaba además encontrar un momento clave en la vida de esta comunidad monástica donde introducir a este personaje imaginario. Ojeando la biografía de nuevo, hallé el que sería el principio de la novela, que no era otro que saber que el monasterio de Casarrubios amenazaba ruina y requería de una inminente restauración. Es aquí, en el año 1950, donde yo introduzco al personaje que nos va a llevar de la mano a conocer la vida monástica y a la fundadora de la comunidad de Casarrubios, y también la labor social que desempeñó esta comunidad de monjas, especialmente para con las niñas y las jóvenes de aquella localidad toledana.

Conforme iba avanzando la historia, se me hizo necesario acudir al propio monasterio donde una vez estuvo María Evangelista, recorrer sus dependencias y conocer a la comunidad personalmente. Aquel día salí del monasterio con una copia de los escritos de María Evangelista, los cuales fui leyendo lentamente, poco a poco cada día (aun hoy sigo leyéndolos). Entendí que debía también reflejar en la novela la espiritualidad de la fundadora, aunque de forma suave, porque de no hacerlo María Evangelista quedaría incompleta.

 

¿QUÉ PERSONAJES PODEMOS ENCONTRAR EN COCINANDO EL CIELO?


La protagonista del libro es sin duda María Evangelista, que es de quien nos interesa aprender. Asimismo, y como no cabría lo contrario, aparecen las monjas que en la década de1950 vivían en el monasterio, sus nombres son reales. De una forma más palpable, cobran relevancia sor Ángeles, que era la abadesa de entonces, y sor Concepción, que fue priora durante muchos años.

La figura que puede parecer protagonista es la ficticia, que va narrando en primera persona toda la historia. Yo prefiero decir que es la coprotagonista (el protagonismo es para la fundadora y la comunidad). Aunque realmente esta persona no existió en aquella época, he pretendido hacerla real de alguna forma al no ponerle nombre, para que sea cada lector el que le ponga el suyo propio y se integre en el escenario. Y en esto una servidora ha tomado la delantera: la coprotagonista tiene cosas de mí.

En la novela hay proceso evolutivo del personaje ficticio principal, no solo cronológico -por el paso del tiempo-, sino también madurativo. La coprotagonista realiza un viaje en el tiempo y también a su propio interior: se deja interpelar por María Evangelista, una mujer de hacía 3 siglos, conforme va profundizando en la vida de esta; o es la propia abadesa quien la confronta; o la priora quien la hace reflexionar. Y todo lo vivido en el monasterio dejará un poso que resurgirá años después. Este personaje sin nombre, que narra la trama en primera persona, nos traerá cuestiones comunes a todo ser humano: las raíces de cada uno, la familia, el aprendizaje de la obediencia, el mundo laboral, las dificultades en nuestro día a día (enfermedad, paro, desánimo, coronavirus), y por ser habituales en cada uno de nosotros estas situaciones, es por lo que digo que cada lector puede convertirse en el coprotagonista de Cocinando el cielo.

Guiño especial a mis hijos, cuyos nombres he utilizado en el resto de personajes ficticios, de los cuales destacaría a dos: al “malo de la película”, que me ha permitido imprimir toques de intriga a la trama; y al hortelano, un personaje entrañable, capaz de despertar en el lector sentimientos de ternura y de descubrirle con total sencillez e inocencia la relevancia de entender y cuidar la vida, igual que él cuida de la centenaria higuera que hay en el huerto del monasterio, pues lejos de parecer lo contrario, acabará dando fruto.

 

¿CÓMO SE ELIGIÓ EL TÍTULO?


 Yo empecé a escribir la novela sin tener ningún título. No me parecía vital ponérselo. Este vino solo, de una manera casual, cuando estaba escribiendo sobre la desilusión que se llevó María Evangelista cuando entró en el Monasterio de Santa Ana, en Valladolid, pues lejos de ser monja corista como ella deseaba, tuvo que entrar como monja lega. Su primer oficio se desarrolló en la cocina y aquel escenario de cacerolas y fogones me pareció a mí el punto de partida de un guiso que iría cocinando a fuego lento a lo largo de su vida. Tuvieron que pasar muchos años hasta verse donde ella siempre había anhelado y aun como monja corista, e incluso más tarde como abadesa en Casarrubios, nunca dejó de aderezar y remover aquel puchero, que era su vida -una vida en la que la cruz estuvo presente-, para el día de su muerte tener como resultado el mejor estofado, ir al cielo. María Mayo lo captó y plasmó de forma acertadísima en la portada.

¿QUÉ TE HA APORTADO A TI MARÍA EVANGELISTA? ¿POR QUÉ CREES QUE ES IMPORTANTE CONOCER A MME?

Lo primero que me llamó la atención de forma instantánea fue descubrir que María Evangelista desprende en sus diálogos con Dios una espontaneidad y confianza en Él como la que tiene un niño con su padre, y en ese ambiente de familiaridad e intimidad siempre finaliza su conversación pidiéndole a Dios que saque a muchas almas del purgatorio. Él, Dios omnipotente, da cumplimiento a su deseo con creces. Esto lo he vivido como un convencimiento de lo esencial que es pedir a Dios por los difuntos, de que sigue existiendo una relación con ellos; de que si bien es cierto que la historia de amor y salvación entre Dios y cada uno de nosotros es individual -que no individualista-, no es menos cierto que todos formamos una unidad y que por tanto nos necesitamos para seguir y terminar de «cocinar el cielo», y llegar a disfrutar del banquete celestial.