17 febrero 2020

NUEVO LIBRO SOBRE M. MARÍA EVANGELISTA


 P. Santiago Cantera Montenegro

         La España de los siglos XVI y XVII, como es sabido, vivió momentos dorados en todos los ámbitos, entre ellos el religioso y el cultural. No en balde, es el período conocido como “Siglo o Siglos de Oro” de nuestra historia patria.
En este orden de lo religioso y lo cultural, conoció el nacimiento y la consolidación de reformas profundas dentro de la vida consagrada, que en gran medida heredaban el espíritu de las iniciadas a finales del siglo XIV y sobre todo en el XV y, fundamentalmente, bajo los Reyes Católicos y el Cardenal Cisneros. Dentro de la Orden Cisterciense en España, la reforma había dado comienzo principalmente con la iniciativa de Fray Martín de Vargas en el monasterio de Montesión (1427), en las cercanías de Toledo. Asimismo, estas reformas iban de la mano del espíritu de la verdadera reforma vivido en el seno de la Iglesia Católica y que se hizo del todo visible y universal en el Sacro Concilio de Trento frente a los errores protestantes. En los siglos XVI y XVII, muchas Órdenes religiosas conocieron un espíritu reformador de “recolección” o “descalcez”, como se denominaba y del que sin duda el más famoso en España fue el de la descalcez carmelitana, debido a las ingentes figuras de Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz.
La Madre María Evangelista, sobre quien versa el presente libro, participó de lleno de este espíritu, habiendo ingresado primero como monja lega y posteriormente pasando a la condición de monja de coro (tránsito muy poco frecuente en la época) en el monasterio de San Joaquín y Santa Ana de Valladolid, el cual puede ser considerado propiamente como la cuna de la reforma de la “Recolección Cisterciense” o “Bernardas Recoletas de España”, o por lo menos donde cuajó de lleno (luego de su traslado desde la villa palentina de Perales en 1595) y donde pudo dar brotes a través de otras fundaciones. La autora de este libro lo explica muy bien y enmarca su vida y su obra dentro de este espíritu, que es el que se imprimiría en su fundación de Casarrubios del Monte (Toledo) en 1634.
Asimismo, los siglos XVI y XVII son dos centurias de grandes santos y de grandes autores espirituales españoles. Entre las mujeres místicas, todo parece quedar un poco eclipsado a veces por Santa Teresa de Jesús en el siglo XVI (1515-1582) y por la Venerable María de Jesús de Ágreda, concepcionista que se carteó con el rey Felipe IV, en el XVII (1602-1665). Sin embargo, no son las únicas, y dentro del Císter nos encontramos especialmente con dos mujeres de una gran talla. La primera vivió como monja en la misma ciudad en la que Santa Teresa abrazó la vida carmelitana en el monasterio de La Encarnación y emprendió la reforma de su Orden en el de San José: es la Venerable Madre María Vela y Cueto (1561-1617), monja cisterciense en el monasterio de Santa Ana de Ávila, tratada espiritualmente por figuras de la talla de un P. Domingo Báñez, dominico confesor también de Santa Teresa y afamado filósofo y teólogo, y de jesuitas como el P. Luis La Puente, amén de ser posteriormente defendida por quien tal vez sea la mayor figura del Císter español en el siglo XVII, el P. Ángel Manrique, erudito historiador, orador y obispo de Badajoz.
La segunda mística cisterciense que destaca es la M. María Evangelista Quintero Malfaz (1591-1648), cuyo proceso de beatificación está igualmente abierto. Alma de Dios, sencilla, humilde, apreciada pronto por otro notable historiador cisterciense del siglo XVII español como fue el P. Francisco Bivar, fundó el monasterio de la Santa Cruz de Casarrubios del Monte y nos ha dejado escritas varias obras en las que recoge sus profundas experiencias espirituales y las revelaciones que recibió. Al igual que la Venerable María Vela y del mismo modo que Santa Teresa y la Venerable María de Jesús de Ágreda, fue tenida por santa ya en vida, lo cual no obstó para que, como suele suceder a los santos y como les pasó a todas ellas, también sufriera contradicciones, incomprensiones, rechazos y maledicencias. Pero su talla humana y la gracia de Dios que actuó en ella la hicieron atraer a muchas personas que llegaron hasta Casarrubios para solicitar su consejo y dejarse empapar por su vida espiritual. A su influencia se debieron incluso algunos cambios profundos y conversiones de una vida de pecado a otra de virtud, de los que el más notorio fue el del Conde de Casarrubios, Gonzalo Chacón. La fama de santidad ha permanecido a lo largo de los siglos hasta nuestros días, en los que se está produciendo un nuevo interés por conocerla mejor, y son muchos los que rezan acudiendo a su intercesión. Sus restos han sido trasladados a la iglesia del monasterio precisamente para facilitar la devoción de los fieles.
          El presente libro de Sor María José Pascual, monja cisterciense del Monasterio de la Santa Cruz de Casarrubios del Monte, nos ofrece la oportunidad de conocer a esta mística del siglo XVII, alentando en el lector el deseo de saber más sobre ella, de leer sus obras y de encomendarse a su intercesión ante Dios. La autora la enmarca muy bien en la estela de las grandes místicas monásticas del Medievo, benedictinas y cistercienses, como Santa Gertrudis y toda la escuela de Helfta. Es un elemento muy importante, ya que ayuda a comprender mejor la espiritualidad en la que M. María Evangelista creció y con la cual hay que ponerla en relación.
Sor María José Pascual también nos posibilita adentrarnos en la vida de virtudes de esta mística, pues el reconocimiento de la santidad se cifra esencialmente en el desarrollo heroico de ellas. Ciertamente, las revelaciones, las locuciones, las visiones y algunas otras experiencias místicas extraordinarias ralentizan siempre un proceso de beatificación y canonización, ya que exigen un estudio extremadamente detallado de las mismas, de los textos donde se recogen y de la psicología de la persona que las recibe, para discernir si pudieran tratarse de sugestiones propias, de engaños diabólicos o si realmente proceden de Dios y en todo se ajustan a la doctrina de la Iglesia. De ahí que el primer fundamento para declarar la santidad de una persona no sean tales experiencias, sino las virtudes teologales y morales vividas en grado heroico, como en cualquier otro caso. Pero la autora del presente libro, además, nos permite penetrar con definiciones claras en los fenómenos místicos y en los carismas habidos en la M. María Evangelista, para así conocer todo lo que vivió en este campo. De esta manera, vienen a confirmar una vida de estrecha e íntima unión con Dios, una predilección divina por el alma de esta mujer beneficiada por Él con dones tales como el de profecía, el de obrar milagros y curaciones o el de la bilocación, entre otros, y que vivió en grado eminente la unión esponsal con Cristo.
          También ha querido la autora dedicar una atención especial al misterio de la Cruz en la vida y en la espiritualidad de la Sierva de Dios M. María Evangelista, pues es una realidad que la recorre por completo, que está siempre presente en ella y que resulta transversal al leerla y al estudiarla. No es casualidad que el monasterio que fundó y del que fue primera abadesa se pusiera bajo la advocación de la Santa Cruz.
          Agradezco a Sor María José que me haya invitado a preparar este prólogo para presentar su libro, como señal de la estrecha relación que une a nuestros dos monasterios, el de la Santa Cruz de Casarrubios del Monte y el de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, y a nuestras dos comunidades desde hace ya tantos años. Una relación que nace de la fraternidad benedictino-cisterciense que nos une en el amor y el seguimiento de Cristo Crucificado y Resucitado y que esperamos, Dios mediante, siga creciendo con el tiempo.