07 marzo 2022

Diario de oración: Libro de la Venerable M María Evangelista. -SigloXVII-

 

    A medida que vamos creciendo en intimidad con el Señor, vamos experimentando el suyo y la capacidad para reconocer todo lo bueno y grande que actúa en nuestra vida y sentimos grandes deseos de confesar a todos lo grandes y maravillosas que son sus obras para con nosotros. Sentimos gran pena de que tantas personas vivan sólo de las cosas de este mundo sin pensar siquiera que todo es  don del amor de Dios y a él se lo deben. Esos son indignos de la corona que le tiene preparada para disfrutar eternamente. Siguen al mundo y a las cosas del mundo y eso terminará porque son mentirosas y efímeras.

Miércoles, 4 de agosto 1627

En la de la mañana el Señor se manifestaba a mi alma y daba grandes deseos de confesarlo y reverenciarlo por señor suyo - del alma- y de todas las cosas.

Decía el Señor: María, Yo coronaré este reconocimiento. Los príncipes del mundo andan ciegos, que solo conocen por señores a sus honras, riquezas e intereses. No tendrán corona, que son indignos de ella, y la que tienen en el mundo es aborrecible a mis ojos, porque me desconocen y no hacen caso de mí, que soy el que se la puedo dar y quitar. Aborrecen mi doctrina y siguen la del mundo, que es toda engañosa y mentirosa.

Luego me mostraba mi alma a modo de aquella flor que otras veces me ha mostrado, con cuatro diferencias de hojas y colores, y la mostraba en un huerto cerrado. Y Su Majestad, por su mano, estaba regando mi alma y decía: La Riego  con mi doctrina, que es la que  puede hacer crecer en mi Iglesia. Y mostraba Su Majestad una profundidad del valor de su doctrina.

Quien sigue y vive del Señor navega en la Navecilla que es Dios en su Iglesia. Es llevada por el soplo del Espíritu Santo con seguridad y prosperidad. A estas almas Dios suele ponerle en su camino una persona que las acompaña, enseña  y ayuda a llegar a la meta.

En la comunión de la Orden el Señor se descubría a mi alma como que ella iba en la navecilla que otras veces ha mostrado y que ahora navegaba con prosperidad, a vela tendida y viento en popa, y Su Majestad la iba llevando con seguridad. Mostraba el Señor al Espíritu Santo que la soplaba, a manera de un espíritu de majestad y grandeza tal que no se puede significar, el cual soplaba en todo el mundo con su gracia, que todo lo llena y vivifica. Y decía el Señor que ahora cumplía la palabra que me había dado: que mientras durasen en mi pecho las especies sacramentales haría mucho bien al mundo. Yo le pedía por la guía que me había dado[1], que iba allí con la navecilla navegando, y Su Majestad la bendecía mostrando gusto de que fuese caminando conmigo. Y a la comunidad hacía favores de aumentos de su gracia.

De los escritos de  M. María Evangelista

Comentarios: S.M J.P.

[1] Se refiere a la persona que le ayudaba espiritualmente y que es la que camina en espíritu a nuestro lado hacia Dios