08 febrero 2013

Testimonio: Mons. Rafael Palmero Ramos

Mons. Rafael Palmero Ramos
 Obispo de Orihuela-Alicante

            Hace años, siendo obispo auxiliar de la diócesis de Toledo, oí hablar y, por lo mismo, soy testigo de la fama de santidad de la madre María Evangelista (1591-1648), monja cisterciense, fundadora del Monasterio Cisterciense de la Santa Cruz en Casarrubios del Monte (Toledo).

            Tal fama de santidad no sólo existió durante su vida y se manifestó con ocasión de su muerte, según testimonios de viri graviores de la época, sino que ha pervivido a lo largo de los siglos, siendo prueba eficiente la actual Comunidad cisterciense del Monasterio por ella fundado y otras personas que con su doctrina son alentadas a vivir en santidad.

            Desde su infancia, en el itinerario de su vida se manifiesta su “camino de purificación” que asciende hasta la “unión” con Dios, por el sufrimiento y la obediencia, como participación en el misterio pascual de Cristo, cruz y resurrección. Así lo escribe ella en un diálogo orante: “Entonces díjome el Señor: Mi camino es camino de Cruz, no hay otro mejor. Por eso Yo lo escogí para Mí y éste es el tuyo… ésa es Mi obra en ti, es tu senda y por ella has de caminar, porque el amor de trabajos y cruces no lleva mezcla de naturaleza”.

            Llamada al seguimiento de Cristo en la vida religiosa, la Madre María Evangelista, supo aceptar el servicio humilde como “monja lega” durante diecisiete años. Pero, con la audacia de quine busca ser fiel a la voluntad de Dios y a pesar de las dificultades que soportó pacientemente, narran los contemporáneos que después de ser aceptada como “monja corista”, el 25 de octubre de 1633 salió a fundar un nuevo monasterio cisterciense.

            Si bien fue favorecida en su vida mística con diversas gracias o signos extraordinarios, la vivencia ejemplar de las virtudes cristianas se hizo tan connatural en ella que, según cuentan, llevaba una vida sencilla. Arraigada en la oración, supo mantener con fortaleza sobre natural y con gozo ejemplar la fe y la esperanza, principalmente, en los momentos difíciles.

            Destacó, sobre todo, por su caridad con Dios y su manifestación en la entrega del don de sí al prójimo. Su exquisita caridad hacia sus hermanas de comunidad era admirable, como consta en la Relación-Historial de la fundación. Atendía igualmente “con afabilidad y grande salida” a las personas que, atraídas por su fama de santidad y sabiduría sobrenatural, acudían al Monasterio con frecuencia.

            En sus escritos se percibe el progreso espiritual de unión cada vez más íntima con Cristo, mediante una amorosa relación viva y personal de tal modo, que, a mi juicio, puede ser considerada figura preclara desde el punto de vista de la espiritualidad.

            Por todo ello, para que brille la obra de Dios en su Iglesia como estímulo en el camino perseverante hacia el “alto grado” de la vida cristiana, me adhiero a la petición de incoar la Causa de canonización de esta Madre María Evangelista.
 Rafael Palmero Ramos
Obispo de Orihuela-Alicante




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