07 febrero 2013

TESTOMONIO Mons. Juan Miguel Ferrer

Sobre la fama de santidad de M. María Evangelista, fundadora del Monasterio Cisterciense de Casarrubios del Monte (Toledo).


 Mons. Juan-Miguel Ferrer
 Subsecretario de la CCD y DS 

 Muy querida Comunidad
De La Santa Cruz de Casarrubios del Monte:

                        Con gran ilusión las escribo al saber de los trabajos por introducir la causa de Beatificación de Madre María Evangelista, fundadora de su Monasterio.

                        Creo que a M. Mª Evangelista le ha sucedido como a otras fervientes religiosas de su tiempo, lo que en su día las estimuló y cooperó a su fama de santidad, se tornó, poco después en un impedimento para que se siguieran las consecuencias lógicas de la misma, abrir sus procesos de beatificación/canonización. Tal factor está ligado al testimonio y grandeza de santa Teresa de Jesús, doctora mística. 

                        Santa Teresa muere, ya conocida en muchos lugares de España, en 1582. A los 22 años de su partida al Cielo se inicia su proceso de canonización 1604. En 10 años es beatificada y 8 años más tarde, en 1622, es canonizada. Esos 40 años entre la muerte de santa Teresa y su Canonización son en España un “horno” espiritual que difunde su vida, obras y fama por doquier. Lógicamente se produce una estela de fervor que lleva a muchas jóvenes a no sólo querer ser monjas, sino monjas santas y entregarse de cuerpo y alma al Señor. Pero también se produce en el ambiente religioso una admiración, tal vez excesiva, por los fenómenos místicos extraordinarios. 

                        El siglo XVII español está lleno de religiosas de todas las órdenes con deseos de reforma y santidad y con verdaderas virtudes, sin descartar algunos casos de falsa emulación. Y los primeros testimonios de sus vidas ponen un acento fuerte en los “fenómenos extraordinarios que rodearon sus existencias”.  

                        La reacción no se hizo esperar mucho, de la admiración se pasa a “recelar” o “desconfiar” de la verdadera santidad de cualquier monja que se dice ha vivido gracias místicas extraordinarias o se ha caracterizado por querer reformar. Las consecuencias de este cambio de actitud, más o menos justificado, han llegado hasta nosotros alimentadas por el racionalismo del siglo XIX y el secularismo del XX.

                        Son aun muchos los que se preguntan: ¿qué puede aportar a los cristianos de hoy tal modelo de santidad?

                        La madre María Evangelista merece escapar a esta sombra de duda a mi entender. Una duda que, pese al paso del tiempo, soy testigo, no ha conseguido apagar la devoción de las gentes de Casarrubios y de la Comunidad por ella fundada en dicha Parroquia de la Archidiócesis primada de Toledo. 

                        Sin afirmar ni negar las gracias extraordinarias de M. Mª Evangelista, hay que centrar la atención en sus virtudes y en el recuerdo del testimonio de sus obras. Virtudes cristianas que se alzan sobre una sólida arquitectura humana de la personalidad laboriosa, tenaz, valiente y sencilla de la Madre. 

                        Lo que atraía de ella era su humildad y alegre caridad, su ser entregado totalmente a Dios, su querer ser contemplativa y por tanto monja “de coro”, no por rehuir el trabajo físico, sino por tener más dedicación a la alabanza divina. Lo que destaca como rasgo de su vida de unión con Cristo su amor a la Cruz, expresión del amor al Cristo paciente, hasta hacer de ella una nueva “Verónica” , antes por su caridad que por el milagro de secar el rostro del cuadro del “Cristo de la Sangre”. 

                        Libre de toda tentación de “milagrerismo” (que no quiere decir descartar todo lo extraordinario que de ella nos ha transmitido la tradición), hemos de descubrir en M. Mª Evangelista una mujer valiente y alegre, que fue derramando perdón y caridad y supo buscar amar a Dios y al prójimo (esencialmente sus hermanas de Comunidad) mediante la atención a las cosas pequeñas, como queda muy claro en su biografía. 

                        Invito a darla a conocer más desde una biografía científica que ponga en el centro de mira las virtudes eximias de la Madre y ponga en un apéndice la consideración crítica de todo lo que la tradición nos ha podido legar de sus gracias místicas extraordinarias, que ni fundan ni impiden la santidad. 

                        Ánimo en esta tarea histórica, pero sobretodo espiritual, que reclama de ustedes todas, un renovado empeño de fidelidad a su Bautismo y a su vocación y profesión como religiosas del Cister.

                        Con mi recuerdo tan agradecido como afectuoso.
Aftmo. in Cto.


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