02 julio 2025

Diario de M. María Evangelista Quintero -Martes, 13 de marzo-


Texto original de María Evangelista Quintero

“Dice María Evangelista: “Este día  en la oración yo presenté a nuestro Señor una pena que tenía acerca de las penitencias que unos religiosos dijeron que yo debía de hacer por lo mucho que Dios me daba. Y el Señor me dijo: María, ¿cómo piensas que suenan a mis oídos algunas de esas penitencias? Pues me suenan como cascabeles que me están haciendo un ruido enfadoso, y algunas veces con el ruido de la apariencia que traen piensan que hacen algo y por eso se sienten muy satisfechos e hinchados. Y para mí, María, esa penitencia no es tal penitencia, antes me da en el rostro.

Y me enseñaba lo que era la verdadera “obra del corazón”, diciéndome: Esta es la llave de la labor del alma en la cual tengo puestos mis ojos; en esto es donde se crece y sin esto no hay ningún crecimiento. ¡Si supieses, María, los muchos yerros y engaños que pasan por este malentender esto en el mundo! Muchos andan sin jugo ni substancia en su interior, huecos, cascabeleando con ruido y aparato en estas cosas, llenos de propia voluntad.

Y en el hacer las penitencias mucho más, porque ponen el blanco de su aprovechamiento en su acción, en su trabajo, es decir, ponen los  ojos en sí mismo, se miran y se contemplan a ellos mismos más que a mí. Y como enseñándome su camino, dijo mirándome: Con cuántas veces atormenté mi cuerpo exteriormente, pero no por esto me faltó tormento y pasión interior, que en todo cuanto fue capaz mi alma de él y de ella lo padeció. De la misma manera me enseñaba su santísima Madre por este camino.

Esto decía a fin de consolarme a mí, porque yo tenía como pena y temor de mi mismo camino, viéndome sin fuerzas para hacer penitencias extraordinarias. Y en esto no quería nuestro Señor desabonar las penitencias que se pueden hacer bien hechas, mas se quejaba Su Majestad de las faltas con que muchos las hacían y el engaño de pensar que con esto estaba todo acabado, porque decía que de la obra interior redundaba el hacer todas las cosas bien hechas, y sin ella no se podían hacer bien.

Y con muchas muestras de amor y liberalidad decía: Tornamos a obrar y a ofrecer el mundo con el fruto de estas mismas obras. Y con mucha liberalidad echaba su rocío en el Purgatorio y en el mundo y en todas sus criaturas”.



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 Comentario: 

Una vez más voy a compartir un texto de M. María Evangelista que os sonará como a un eco del alma que busca autenticidad más allá de las apariencias, como si dijera: la verdadera transformación nace desde dentro, no del ruido externo, sino del silencio donde trabaja el corazón. Ella tan amiga de la sencillez hasta en la vida espiritual, es decir, en la mística y también no menos en la ascética, le apenaba la solo apariencia de algunas penitencias que le aconsejaban y que otros tanto valoraban. El Señor le da la razón y denomina estas de “cascabeleo con ruido y aparato” que contrasta poderosamente con la sencillez de una entrega sincera que Él quiere de María Evangelista. Veréis que el texto no sólo invita a mirar hacia dentro, sino también poner siempre y en todo la mirada en él, y no en nosotros mismos o en nuestros propios logros, por buenos y santos que parezcan ante los demás. Solo poniendo la mirada en Dios autor de todo lo bueno que hay en nosotros no nos dejaremos engañar, viviremos en la verdad y habrá verdadero crecimiento. Porque el crecimiento espiritual no se mide por la cantidad de sacrificios visibles, sino por la transformación interior. Sin un corazón humilde y entregado, no hay verdadero progreso del alma. Este Texto de María Evangelista Quintero es una profunda reflexión mística sobre la autenticidad espiritual y el valor interior de nuestros actos, sobre todo cuando se trata de mortificaciones o penitencias físicas. El señor le dice a María evangelista que a veces son como "Cascabeles que me están haciendo un ruido enfadoso": Esta es metáfora crítica referida, como dijimos, a penitencias o prácticas religiosas que, aunque en apariencia son muy buenas y hasta heroicas  carecen de la humildad y sinceridad que le agrada a Dios por encima de todo. Son acciones vacías, hechas más por apariencia o autosatisfacción que por verdadero amor a Dios. Jesús le revela a María que lo que realmente valora es la intención interior, el amor y la entrega sincera del alma", es decir: la obra del corazón. Las obras externas sin esta raíz espiritual no solo carecen de valor, sino que incluso pueden ser ofensivas.

En resumen: el texto de nuestra autora, crítica la vanidad espiritual: denuncia cómo muchos como podemos caer en el autoengaño, creyendo que nuestros actos externos son suficientes, cuando en realidad están “huecos”, movidos por la propia voluntad y no por la voluntad divina. María Evangelista transmite lo que el mismo Dios le enseña a ella: que las penitencias o manifestación externa de mortificación, aunque son valiosas, incluso necesarias no son el fin en sí mismas. No pueden ser el blanco de nuestro aprovechamiento espiritual en ellas, como si bastara con el sacrificio físico, sino que el Señor le muestra que incluso Él, habiendo sufrido corporalmente, padeció aún más en el alma que en el cuerpo. El sufrimiento interior, vivido con amor y entrega, tiene un valor más profundo.

 Es por eso que el Señor no rechaza las penitencias bien hechas, pero sí lo lamenta cuando se hacen sin autenticidad, como si fueran un atajo a la santidad. Sin una transformación interior, las obras externas pierden su eficacia espiritual. Es desde el corazón donde brota el verdadero fruto. Es así  que en un gesto de ternura divina, Jesucristo le muestra cómo las obras hechas con amor y pureza interior riegan el mundo, el purgatorio y todas las criaturas. Es una visión de la comunión de los santos: nuestras acciones, cuando están unidas a Dios, tienen un alcance universal.

 María José Pascual


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