08 febrero 2022

Diario de oración: Libro de la V.M. María Evangelista -Siglo XVII-

 

Domingo, 8 de agosto 1634

             En la oración de la mañana el Señor me tenía oprimida con muchas cosas que me quebrantaban, y decía: María, ¿de qué te afliges? Ya sabes que la tribulación es la fragua donde los frutos se acrisolan y que sin ella no se purificará el oro de sus merecimientos. No hay otro camino para llegar a mí, ni yo enseñé otro. Este camino han de andar todos los que siguieren la justicia y santidad.

Y habló el Señor principalmente de las ocasiones que había de pasar. Este día, estando oyendo la Misa matutina, dio el Señor mucho dolor en los lugares de las cinco llagas, aunque había algunos días que los traía doloridos, pero entonces fue más fuerte que otras veces; y sentía y siento como una cosa dura que me atraviesa los pies y manos y costado. Y tenía moción interior que daba conocimiento de que eran las llagas las que dolían. Y reparando que sentía mayor dolor en el pie y mano derechos, pregunté al Señor cual es la causa de ello, y el Señor me respondió: María, no sin causa lo he dispuesto así, porque cuando Yo estuve en la cruz tuve también mayor dolor en las llagas del lado derecho, porque allí cargó más el peso del cuerpo; y aun esto no fue sin misterio, porque en aquel lado tenía a los escogidos, por quienes con más particular intento padecía. Pues a ellos solos les apliqué la eficacia del fruto de mi cruz y pasión.

En la comunión el Señor se descubría a mi alma como que en ella estaba interiormente actuando, de modo que, admirada, me volví a Su Majestad y le pregunté qué significaba aquello. Él respondió: María, estoy reedificando mi templo, y voy fijando y clavando las tablas de esta arca cerrada con los clavos de mi doctrina y obras, para que, cuanto más ande en las aguas, no se hunda. Y porque yo lo quiero así será como el arca de Noé, que aunque crecieron las aguas del diluvio tantos codos en alto sobre la tierra, pero ella siempre anduvo sobre las aguas, segura.

Y como me hacía andar sobre las aguas, decía el Señor: Anda, que segura vas, que llevas dentro de ti bastimento[1] para sustentarte, que soy Yo, que voy contigo y no te faltaré. Yo me afligía mucho viendo que yo no obraba como el Señor quería, y temía no me hundiese por las muchas faltas que en mí conocía, y así se lo decía al Señor. Él me dijo que no me espantase, que también en el arca hubo algún cuervo, pero que, no obstante esto, Él la guiaría con seguridad en las aguas que había de pasar, y durar hasta llegar al puerto de la eternidad, cuando todas las aguas cesasen y se amansasen. Y entonces el Señor mostró una grandeza inmensa de sí mismo, que había de ser el puerto seguro que mi alma había de tomar al fin de la vida.

 



[1] Provisión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario