07 febrero 2022

Diario de oración de María Evangelista - Libro de su vida (Siglo XVII)

 

María Evangelista escribía sin fechas y sin títulos, porque solo escribía para dar cuenta a su confesor de lo que experimentaba espiritualmente, por eso la fecha la ponía después su confesor en el margen, y los títulos que hay los pusieron después los que hicieron las copias de sus escritos. 

Lo que vamos a seguir publicando en el Blog - M. MARÍA EVANGELISTA-, son textos selectos para la ocasión, de las los distintos libros que tiene escritos. Todos se pueden considerar como “un diario de oración” variado en temas, porque la oración surge de una relación de amor con Dios y una autentica “relación de amor” puede parecer siempre igual, pero es siempre diferente. Hay un tema muy especial que unifica todos los demás. Es el tema de  la Cruz Redentora de Jesucristo”. Este tema está presente en toda su obra y en todos los tiempos litúrgicos que María Evangelista señala en cada texto de su diario. Leyendo a nuestra autora, uno termina enamorándose de la Cruz, no por el madero en sí mismo, sino por el Crucificado en ella.  No vamos adelantaros nada más, sólo leed y lo confirmareis.

Advertir también de que expresar sentimientos íntimos y las realidades divinas que ocurren dentro de nosotros no es fácil expresarlo en palabras y oraciones gramaticales reglamentarios, por eso se han utilizado siempre y también lo hacemos ahora,  los recursos literarios como la metáfora, la alegoría el símil, paralelismo, personificación etc. También los géneros y subgéneros literarios como género lírico, narrativo, épico, dramatical  y otros. María Evangelista utiliza principalmente el dramatical en uno de sus subgéneros: “obras escritas en forma de dialogo”. No es único en su obra, pero es el principal.

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27 y 29 de julio de 1627

En la oración de la mañana el Señor se quejaba del mundo, que lo desconocía a Él y a su doctrina, y decía: María, no hay quien me conozca y obre en mi doctrina y en la verdad que enseñé y enseño. Todos están distraídos en sus gustos e intereses, y a esto lo tienen por su dios y no reconocen otro; cosa digna de ser llorada y sentida de todos mis amigos. Y diciendo esto, el Señor prometía que había de llevar adelante la obra que había comenzado en mi alma, con el poder de su brazo poderoso.

En la oración de la tarde el Señor se mostraba a mi alma mucho más evidentemente que los días pasados, y me decía grandes excelencias de la cruz. Decía: María, amé siempre tanto a la Santa Cruz, que no sólo –como otras veces te he enseñado– la traje siempre en mi corazón y anduve siempre, desde que tomé carne humana, puesto en ella, para ofrecer al Padre eterno sacrificio continuo por los pecados de los hombres, para aplacar la justa ira que tenía del desagradecimiento y olvido de mi pasión; pero aún tuve tanta estima de la cruz y de su obra, que aun en lo exterior anduve siempre como crucificado. Y aquí sabrás por qué gusté de andar descalzo, fue por una como estima que tuve siempre de la cruz, en la cual traje siempre los pies como enclavados, y con esta consideración y obra continua quise traerlos desnudos, como previniendo lo que después habían de pasar en el madero de la cruz.

En la oración de la mañana me sentía abatida, y el Señor se mostraba a mi alma y como que ponía su mano sobre mi corazón. Hizo como que lavaba mi alma y decía que era necesario purificar el corazón de las faltas que tenía; y así mostraba que lo hacía con su gracia. Y con esto apartó del todo el quebranto y pena que tenía desde el día pasado, que era mucha, y desahogó mi corazón, y lo acercó al suyo que es su centro.

Este día, en la comunión, El Señor se comunicaba a mi alma y decía: María, ¿Cómo ha de crecer la flor y cómo se ha de abrir si no le da el calor del sol? Si el corazón no se guarda puro y limpio, con mucho cuidado, no podré yo infundir el calor necesario en él y, sin calor, no crecerá ni se abrirá. Con esto daba el Señor a entender que las segundas hojas de la flor en que ahora estaba, de la continua mortificación, eran las que más habían de durar en abrirse, y que las postreras del amor recíproco las abría Él en las comuniones. Y lo mostraba, que entonces lo hacía, y ponía en ello a mi alma de modo que yo no podía ignorar que era Su Majestad quien lo obraba en mi alma.

En la oración de la tarde no pude estar por ocupaciones, pero después me postré en el coro y me quejaba al Señor de que las hermanas eran causa  de tantos quehaceres, temerosa de que me apartasen de la comunicación con Su Majestad y que por mis faltas Su Majestad así lo ordenase. Y el Señor me decía: María, a la manera que está un río cuando le detienen su corriente y un padre que con ansias desea aumentar un hijo que mucho quiere, pero está detenido por algún impedimento y no le deja obrar como quisiera, así estoy Yo cuando las ocupaciones te impiden de llegar a mí con la quietud que es menester para recibir de lleno mi espíritu. Y me mostraba cómo era así y las ansias que Su Majestad de esto tenía; y también me las daba a mis muy grandes de entregarme toda a él y de comunicar de sus tesoros

 (Comentarios de la Hna. María José pascual)                                                  

 

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