23 enero 2019

DIARIO DE ORACIÓN - Abandonarse en Dios


 ABANDONARSE EN DIOS 
Un día, después de haber comulgado, me recogió el Señor; y en el recogimiento me enseñó el estorbo grande que hace el cuerpo [la naturaleza] a nuestra alma para su vida interior y espiritual. Y vi con gran claridad que era un enemigo cruel y disimulado, y que nuestro espíritu no tiene otro mayor, porque siempre está resistiéndose a la verdad, que es la vida que tiene el alma en Dios y con que la mantiene y hace crecer.
Y en esta me enseñaba cómo había de apartar de ella, como de enemiga, todos los movimientos del espíritu que son los de nuestra voluntad, y los había de guiar a Dios, que es su centro. Y me advertía que, en tanto que no se aparta ni divide el alma de esta enemiga doméstica [la naturaleza], no gozará de esta paz de Dios tan deseada; porque primero ha de aborrecer con gran odio la voluntad propia todo cuanto apetece nuestra parte inferior contra la razón, pues todo es contra Dios, porque la carne no desea sino sus gustos y descansos y comodidades. Dios nos quiere a todos a su gusto, ya que Él es nuestro manjar de vida y del que se sustentan los habitantes del Cielo, y no se le puede comer ni gustar antes de apartar el alma de estos gustos animales, que no saben sino de carne y tierra.
Y estando en este conocimiento clarísimo me dijo Su Majestad: Tú no tienes otra cosa que hacer sino esta, ni yo te pido, sino que te abandones a ti misma y te vengas a mí, que yo quiero hacer en ti lo demás. Y haré contigo lo que hago con los bienaventurados, y con todos los que se dejan a sí del todo y solo en mí pusieren su corazón, que los lleno de mi luz y de mi gusto.
En este mismo recogimiento me mostró su inmensidad, cómo todo lo criado lo abarca y todos estamos sostenidos de su poder, como de brazos de ama que nos tiene a todos y nos está dando la vida, el ser que tenemos, nos mueve y nos movemos en él. Y me decía: Cuando se aparta el alma del cuerpo, no ha menester bajar ni subir para darle yo la pena o el premio de sus obras, que yo, que todo lo lleno, la pongo en gozo o en tormento como lo hago con todos los demás espíritus. Y así sabrás que lo que a vosotros os estorba el gozar en mí, es estar pegados a la afición al cuerpo, a sus gustos y comodidades, a deseos de esta vida temporal y sensual con todas sus glorias, regalos y felicidades de este mundo. Pues todo esto es tierra y como tierra pesa abate y ciega el alma y esto es lo que os contradice y hace amargo el sustento de los ángeles que Yo os ofrezco y áspero el mandamiento de negaros a apartaros de los apetitos de vuestra carne y de vuestra soberbia. Y es que, sin este apartarse, de los apetitos del cuerpo, que es a manera de muerte en que se despide el alma de todos los gustos y deseos de esta vida, no me puede ver con los ojos de su atención ni gustar vuestro espíritu de mí, que soy manjar de espíritus.
Y diciendo el Señor, que apartaba mi alma de todos los deseos de esta vida y, como los que se mueren, iba el alma dejando al cuerpo, hasta el punto que sentía que incluso me faltaba el calor natural, de modo que apenas podía usar de mis miembros. Y esto con grandes dolores, cesando todo el bullicio de la imaginación, como si estuviera difunta. Mientras que el alma estaba suelta y atada a solo Dios, en cuya contemplación se gozaba con admirable sosiego de este manjar que comen los ángeles, mirando este Ser de quien todos tienen ser y la vida. Los que no tienen esta vida interior, sino sola la del cuerpo, no viven, sino mueren como peces fuera del agua. Al no estar en Dios, están tan ciegos que no lo ven ni lo aman, ni reconocen lo que de Él reciben porque no dan entrada a la Luz con las aficiones a los sentidos y gustos de la tierra. Y se lamentaba Nuestro Señor de los hombres, que por amar las tinieblas aborrecen su Luz y se hacen semejantes a las bestias.


Escritos de M. María Evangelista 
MISERICORDIAS COMUNICADAS Nº 2
Monasterio de santa cruz de Casarrubios del Monte





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