DIOS NO QUIERE DISCURSO EN LA OBEDIENCIA § 5
Estando un día con gran resistencia a decirle a mi
confesor un favor que nuestro Señor me había hecho, no sabía cómo decírselo -por
el miedo nacido de mi honra, temía le pareciese disparate–, oyendo el Magníficat en Vísperas me dijo nuestro
Señor: Atiende a esto que dice mi Madre: “Engrandece mi alma al Señor”.
Y reprendió diciendo: Si Yo quiero ser engrandecido de la tuya, ¿a
ti qué te va? Yo le respondí: Señor,
Vos sois el que a todos nos engrandecéis y no podéis ser más grande de lo que
sois. Dijo el Señor: yo soy engrandecido cuando el alma me alaba
de la manera que yo quiero y por donde yo quiero y no por el camino que ella
quiere. ¿A ti qué te va que me alabes en esto o aquello? Yo quiero ser alabado
en lo que es mi gusto. Me decía esto con severidad, reprendiéndome la
falta de resolución en dar cuenta de lo que me mandaba y era su gusto.
Y añadió Su Majestad: No necesitó menos mi Madre, para rendir
su voluntad en lo que le pedía de ser Madre mía, que si le mandara otra cosa de
más humildad. Antes le fue más dificultoso, el rendir su juicio a esta embajada
que si le mandara ser esclava. Y añadió que había merecido en aquel
instante más que los mártires en su martirio, porque era humildísima y se
conocía por indigna de aquel ministerio.
Todo esto me decía a fin de persuadirme, que declarase
lo que me mandaba a mi confesor. Yo, llena de congoja y miedo, le decía que
cómo podría decírselo, pues apenas había entendido lo que me había dicho por el
gran miedo que me causó. Y Su Majestad, con gran presteza y severidad, me lo
volvió a repetir y luego se me escondió.
El día siguiente en la oración procuré recogerme como
solía. Mas la arrojaba el Señor de sí y andaba mi alma acongojada, buscando su
descanso por verse fuera de su centro, y estaba solícita por hallarlo y no
podía. Entonces oyó una reprensión amorosa que dijo: Mi descanso solía yo tener aquí,
en tu alma; ya no lo tengo. Yo me afligía, no tanto por mi trabajo como
por ver a nuestro Señor quejoso de mí, le dije: Señor, ¿pues yo he hecho contra Vos algún pecado, por lo que no tengas
sitio en mi alma? Me respondió: Yo no descanso en corazones poco deseosos de
mi gusto. Buena, por cierto, eres para emprender cosas grandes por mí si poniendo
por medio un poco de honra, no rasgas por todo. ¿Qué harás cuando te pongan
delante de mi honra cosas de más importancia? Ríndete y yo dispondré mi gusto;
no te ames tanto a ti misma, que yo dispondré los corazones y obraré en ellos y
en tu confesor. Dile tu tentación y todo lo que te he propuesto, y mira el
tiempo que pierde un alma en estarse asida a su gusto. Yo lo vi claro
porque había andado tan árida y sin presencia de Dios, por estar asida a mi
voluntad y no rendirme a decir lo que el Señor quería, aunque fueran
disparates. A mi juicio, que Dios no quiere discurso en la obediencia, sino que
estemos indiferentes a todo cuanta manda, que si no se le da lugar para
descansar en nosotros.
Miser. Comunicadas n. 5