01 febrero 2019

DIARIO DE ORACIÓN: M. Ct. Nº 5


DIOS NO QUIERE DISCURSO EN LA OBEDIENCIA § 5
Estando un día con gran resistencia a decirle a mi confesor un favor que nuestro Señor me había hecho, no sabía cómo decírselo -por el miedo nacido de mi honra, temía le pareciese disparate–, oyendo el Magníficat en Vísperas me dijo nuestro Señor: Atiende a esto que dice mi Madre: “Engrandece mi alma al Señor”. Y reprendió diciendo: Si Yo quiero ser engrandecido de la tuya, ¿a ti qué te va? Yo le respondí: Señor, Vos sois el que a todos nos engrandecéis y no podéis ser más grande de lo que sois. Dijo el Señor: yo soy engrandecido cuando el alma me alaba de la manera que yo quiero y por donde yo quiero y no por el camino que ella quiere. ¿A ti qué te va que me alabes en esto o aquello? Yo quiero ser alabado en lo que es mi gusto. Me decía esto con severidad, reprendiéndome la falta de resolución en dar cuenta de lo que me mandaba y era su gusto.
Y añadió Su Majestad: No necesitó menos mi Madre, para rendir su voluntad en lo que le pedía de ser Madre mía, que si le mandara otra cosa de más humildad. Antes le fue más dificultoso, el rendir su juicio a esta embajada que si le mandara ser esclava. Y añadió que había merecido en aquel instante más que los mártires en su martirio, porque era humildísima y se conocía por indigna de aquel ministerio.
Todo esto me decía a fin de persuadirme, que declarase lo que me mandaba a mi confesor. Yo, llena de congoja y miedo, le decía que cómo podría decírselo, pues apenas había entendido lo que me había dicho por el gran miedo que me causó. Y Su Majestad, con gran presteza y severidad, me lo volvió a repetir y luego se me escondió.
El día siguiente en la oración procuré recogerme como solía. Mas la arrojaba el Señor de sí y andaba mi alma acongojada, buscando su descanso por verse fuera de su centro, y estaba solícita por hallarlo y no podía. Entonces oyó una reprensión amorosa que dijo: Mi descanso solía yo tener aquí, en tu alma; ya no lo tengo. Yo me afligía, no tanto por mi trabajo como por ver a nuestro Señor quejoso de mí, le dije: Señor, ¿pues yo he hecho contra Vos algún pecado, por lo que no tengas sitio en mi alma? Me respondió: Yo no descanso en corazones poco deseosos de mi gusto. Buena, por cierto, eres para emprender cosas grandes por mí si poniendo por medio un poco de honra, no rasgas por todo. ¿Qué harás cuando te pongan delante de mi honra cosas de más importancia? Ríndete y yo dispondré mi gusto; no te ames tanto a ti misma, que yo dispondré los corazones y obraré en ellos y en tu confesor. Dile tu tentación y todo lo que te he propuesto, y mira el tiempo que pierde un alma en estarse asida a su gusto. Yo lo vi claro porque había andado tan árida y sin presencia de Dios, por estar asida a mi voluntad y no rendirme a decir lo que el Señor quería, aunque fueran disparates. A mi juicio, que Dios no quiere discurso en la obediencia, sino que estemos indiferentes a todo cuanta manda, que si no se le da lugar para descansar en nosotros.
Miser. Comunicadas n. 5

No hay comentarios:

Publicar un comentario