A la Rev. Madre Abadesa
Araceli
Viñambres Franganillo
A las
Monjas Cistercienses del
Monasterio
de la Santa Cruz
Casarrubios
del Monte (Toledo)
Estimada
Madre Abadesa y estimadas hermanas, seguramente el estar reunidos es ya un motivo de gozo; y el gozo
es mayor por el evento de Apertura del Proceso diocesano sobre las virtudes de la Madre María
Evangelista. Fundadora de este monasterio. Me permito de añadir que es un
motivo de alegría, el hecho de que para esta ocasión se hayan reunido los
diferentes miembros de la familia Cisterciense presentes en España.
Alguno
podría preguntarse ¿por qué recordar a una monja del siglo XVII? ¿Qué
significado tiene para nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI, introducir la Causa de esta monja que vivió
siglos pasados? ¿No, es quizás, perder el tiempo con tantas necesidades que cercan
a la Iglesia,
a la Orden y al
mundo?
Trato
de responder a estas preguntas con una frase de Bernardo de Chartres: «Somos
comos enanos a hombros de gigantes, por lo que podemos ver más cosas y más de
lejos de lo que ellos vieron no, porque nuestra visión sea más aguda, o porque nuestra altura nos eleve, sino porque
somos sostenidos por la estatura de los gigantes sobre los cuales nos apoyamos.»
Hago
relevancia en «porque nos sostiene y eleva la estatura de
los gigantes sobre los cuales nos apoyamos». Concretamente hoy nosotros podemos ver más
lejos, porque las generaciones pasadas nos lo han permitido, sin ellas nosotros
no podríamos ver más cosas ni más lejos. Esto nos tendría que llevar a
reconocer y recordar las generaciones de nuestros padres, de nuestros abuelos,
en definitiva de todos nuestros antepasados: y ellos han trabajado, se han
cansado, han rezado y han esperado por nosotros, para que nosotros hoy estemos aquí.
Permitan
que les cuente un recuerdo personal, que puede aclarar mejor aquello que quiero decir: a la muerte de mi
abuela, tenía doce años, encontramos una copia de una carta suya escrita a mi
padre -regresando a casa después de cuatro años de guerra- desde un hospital
militar en una ciudad del norte de Italia. Es el año de mil novecientos
cuarenta y cinco y mi abuela buscaba
otro hijo desaparecido durante la guerra. Llegando a este hospital le confirman
que el hijo que estaba buscando había muerto hacía algunos años poco antes de
cumplir los veinte años. Mi abuela comunica por medio de aquella carta, la
noticia a mi padre y entre otras cosas le escribe: “ esperemos que su hermosa
alma haya ido al cielo”. Estas palabras me golpearon profundamente, porque
entendí que la fe es algo real no algo mágico. La fe de mi abuela, expresada en
estas pocas palabras, era la fe de una campesina que había hecho sólo primaria,
pero esas palabras fueron, para mí, como las espaldas del gigante porque me permitió
profundizar, evidentemente como adolecente, el discurso sobre la fe. He contado
este hecho, porque estoy seguro, que ninguna persona de las precedentes
generaciones, no tenga nada que decirnos en nuestros días, por eso, no es justo
que caiga en el olvido.
La
deuda de agradecimiento con las generaciones pasadas se explica concretamente
en el recuerdo: es significativo que en algunos pueblos, se enseña, desde
niños, los nombres de sus progenitores para ser memorizados; el olvidarlos
significaría cortar aquella relación con aquellos que nos han dado la
posibilidad de ver más cosas y más lejos; como afirmaba Bernardo de Chartres. Tenemos
pues, una motivación más que válida para no olvidar a Madre Evangelista: esta
mujer del siglo diecisiete, fue un
verdadero gigante, porque su experiencia vive actualmente en el Monasterio Cisterciense
de la Santa Cruz
y ha dado la posibilidad a sus actuales hermanas y fieles que a través de los
siglos la han conocido de encaminarse continuamente a la búsqueda de Dios.
El
Monasterio de Casarrubios es la demostración tangible de la actualidad de la María Evangelista;
esta casa, está viva, como está todavía vivo su recuerdo. Por este monasterio la Madre ha sufrido y rezado,
porque tenía la certeza que la fundación era la voluntad de Dios, el Padre Damian
Yáñez Neira, describe así los inicios del nuevo cenobio: «si todas las obras
de Dios son selladas por la
contradicción, la fundación del Monasterio de Casaburrios del Monte, no fue
contra tal principio. Comenzando por su misma fundadora, que fue acusada de visionaria,
mentirosa, ilusa, y que no era ni siquiera monja de coro, cuando comunicó a su
confesor, el Padre Vivar que, en éxtasis, Dios le había revelado que, con el
tiempo, se convertiría en la fundadora y primera abadesa del monasterio de la Orden. Después el
pueblo de Casarrubios no quería aceptarla. En el viaje el enemigo llevó el
deseo de la fundadora al bordo del precipicio, etc».
Estamos
en el año de la Fe,
pienso que la nueva evangelización, más que ser explicada, tiene la necesidad
de ser contada, entonces es necesario conocer testimonios convincentes que
hayan sabido generar la fe en hombres y mujeres de buena voluntad. El ejemplo
de ellos nos da fuerzas para creer que el Evangelio, es el don más grande para
compartir con cuantos en todo tiempo y en todo lugar se dedican a la búsqueda
de Dios; el Único que puede dar una respuesta al por qué de nuestro vivir.
Estoy convencido que nuestra Madre Evangelista, es uno de estos testigos y el
hecho de que se haya dado el inicio de su Causa, superando más de una
dificultad, es la prueba más convincente.
El gran artista Miguel Ángel
Bonarroti en una poesía escribe: Se ben
col fattor l’opera sua consuona// che colpa vuol giustizia ch’io n’aspetti,//
s’ì amo, anz’ardo, e per divin concetti// onoro e stimo ogni gentil persona? (La obra es semejante a su
hacedor, y, entonces, ¿por qué tener que sentirme culpable, si amo, si ardo de
amor y honro y estimo a cada persona amable, descubriendo en ella la imagen
divina?); los santos son la obra mejor lograda de Dios en ellos descubrimos la
impronta divina: En toda la vida de la Madre Evangelista, nosotros
podemos descubrir la presencia de Dios: sea de joven, que de hermana conversa,
sea de monja corista, que de fundadora, ¿por qué no podemos honrarla? Hemos
dicho que la vida de los santos es la ejecución armoniosa de la partitura
musical de las bienaventuranzas; son los testimonios visibles. La vida de la Madre Evangelista
es un continuo ejercicio para seguir dignamente esta partitura musical; sin
anticipar la Conclusión
de la Causa, y de
los testimonios que nos han dado, no podemos decir que esto no haya sucedido en
este modo.
En realidad, la Obra de Madre María Evangelista es la de una criatura
sencilla, que se siente de modo misterioso y desconcertante, envuelta en el
amor de Jesucristo, y que a Él entrega toda su existencia: entra libre y felizmente
en un monasterio de clausura cisterciense, para cantar con todo su ser el canto
de amor de su vida entera, recibiendo, con el pasar del tiempo, el proyecto que
Dios le reserva: todo la recibió como don y ninguna cosa que recibió de Dios la
retuvo para ella misma – incluidos los dones extraordinarios- pero de otra
parte, los ha dado haciendo de la caridad la fuente de su vida. La Madre Ana de Jesús y María
abadesa del monasterio de los santos Joaquín y Ana de Valladolid, en un escrito
recoge el testimonio de dos ancianas monjas sobre la Madre Evangelista
por ellas conocida: “en general dicen muchas cosas de su gran virtud y santidad
y también de su humildad y de su caridad de la cual afirmaban «no tenemos
necesidad solamente de hablar sobre la caridad sino también de practicarla. Todo
tiene que ser hecho por el Señor, que con tanta bondad, de sus manos, nos ha
dado innumerables dones”.
En
el capítulo cuarto de la Regla
de San Benito, entre los instrumentos de las buenas obras, se afirma que el
monje tiene: “que hacerse extraño a las costumbre del mundo”. Este instrumento
para el monje es una norma esencial y también general: él es por definición,
uno que ha dejado el mundo con todo aquello que gira entorno a él. Afirmar que reflexionar
sobre la vida de los santos y divulgar sus testimonios, cercanos o lejanos, sea
una pérdida de tiempo cuando existen tantos problemas, me parece una afirmación
farisaica para querer esconder que las dificultades, las preocupaciones y las
complicaciones tienen que ser afrontadas, no según el criterio de Dios (como lo
afirma la existencia de los santos), sino según el criterio del mundo. Entre
tantos obstáculos que la
Madre Evangelista ha tenido que afrontar y superar podemos
elegir uno de tipo personal - el ser recibida en el monasterio como hermana
conversa, mientra su deseo era de convertirse en monja corista; y uno de
tipo comunitario - los innumerables obstáculos para la fundacion del Monasterio
de Casarrubios del Monte-. ¿Cómo ha afrontado la Madre todo esto? con una fe
ilimitada en Dios y en su providencia; y a tal propósito me vienen a la mente
las palabras de Lucía, uno de los personajes principales de " i promessi
sposi" del escritor Italiano Alessandro Manzoni: "dejemos actuar al
de arriba, no queréis que Él sepa encontrar el modo de ayudarnos, mejor que lo
que podemos hacer nosotros, con todas nuestras astucias?” De aquellas astucias
nosotros hacemos muchas, una es precisamente la de afirmar que no tenemos
tiempo "para ciertas cosas y ciertas personas" mayores y no nos damos
cuenta que, mientras se afirma esto, se comete el mismo error de Marta,
mereciendo la misma llamada de atencion por parte de Jesus: "Marta, Marta,
tú te preocupas y te agitas por muchas cosas, pero solamente de una tienes
necesidad. María eligió la mejor parte, que no se le quitará" (Lc 10,
41-42).
La existencia de la Madre Evangelista
es una repetida llamada de atención a vivir los
problemas, personales y comunitarios, con una ilimitada confianza en la
providencia divina y no según los
criterios del mundo; esto vale principalmente para los monjes, que han
entregado la vida en las manos de Aquel, que si a los buenos permite la
desventura, les da corazón y fuerza para sostenerla.
Termino recordando las últimas
palabras que el Beato Cardenal
Ildelfonso Schuster dejó como recuerdo a los seminaristas de la diócesis y que
mi párroco me repetía a menudo, habiendo sido Ordenado por el Beato Arzobispo de Milán. Son palabras
que tendrían que ser siempre meditadas; si bien son del año de mil novecientos
cincuenta y cuatro, son todavía hoy actuales: "Vosotros deseáis un
recuerdo de mi. No tengo otro recuerdo para dejarles que una invitacion a la
santidad. La gente parece que no se deja convencer por nuestra predicación,
pero frente a la santidad, la gente todavía cree, todavía se arrodilla y reza.
La gente parece que vive en la ignorancia de las realidades sobrenaturales,
indiferentes a los problemas de la salvación; pero si un santo auténtico, vivo
o muerto, pasa, todos se acercan a su paso. ¿Recuerdan la multitud en torno del
ataúd de Don Orione? No os olvidéis que el diablo no tiene miedo de nuestros
campos deportivos, ni de nuestros cines, él tiene miedo de nuestra
santidad". Creo poder afirmar que el diablo ha tenido miedo de la vida de
Madre Evangelista, y ha hecho de todo para hacérnosla olvidar; la Apertura del Proceso
sobre las virtudes podría ser el inicio de la derrota del espíritu del mal,
porque «Una ciudad situada sobre un
monte no se puede ocultar; ni se enciende una lámpara y se pone debajo de
una vasija, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en la
casa” (Mt 5, 14-16).
Esperemos que el conocimiento
de Madre María Evangelista nos ayude a hacer más luminoso el Monasterio de la Santa Cruz de
Casarrubios; las Congregaciones Cistercienses de Castilla y de San Bernardo en España,
la Orden
Cisterciense, la Familia Cisterciense
y toda la Iglesia.
A 13 de noviembre 2012, fiesta
de todos los santos monjes que han combatido bajo la Regla de San Benito.
P. Pierdomenico M. Volpi.
Postulador General de la Orden Cisterciense