Creemos que la solemnidad de la Exaltación de la Santa Cruz es una buena oportunidad para publicar en su Blog unas reflexiones sobre la importancia que tubo en su vida y en su obra escrita la Cruz Redentora De Cristo[1].
Desde que entró en el monasterio
tenía el deseo de que en su toma de hábito le impusieran el nombre de María de
la Cruz, y
aunque esto no pudo realizarse, sí logró, más tarde, aplicarlo como titular del
Monasterio fundado por ella. Eso sí, vivió siempre a la sombra de la Cruz y fue
por eso que María Evangelista, ante el lienzo del Cristo de la Sangre, sintió
la invitación del Señor a enjugar su rostro cuando éste sudaba sangre, para
aliviar así sus angustias
Todo lo que se ha venido estudiando
sobre este tema, nos ayudará a comprender la insistencia en los escritos de
María Evangelista sobre la importancia de la Cruz en su vida y en la de todo
cristiano. Por tanto, ella no es rara, exagerada, masoquista, ni triste por
amar y desear la cruz. Todo lo contrario, en la Cruz era dichosa porque deseaba
ardientemente identificarse en ella con Cristo crucificado por amor a los
hombres. Ella entendió y vivió el significado de la Cruz como San Bernardo: todo lo que el mundo mira como una cruz, es
para mí delicias, y lo que el mundo ve como delicias lo veo yo como cruz.
Pero no
nos equivoquemos, a nuestra naturaleza le duele la cruz como le dolía a Jesús;
si no fuera así, dejaría de ser cruz. A María Evangelista no siempre le resultó
fácil entender la cruz, al menos en los comienzos, y no tenía reparo en preguntarle
al Señor el por qué de tanta insistencia en dar cruz. Esa misma pregunta surge
cuando se comienza a leer su obra, porque hemos de reconocer que la teología de la cruz en su vida y en su
obra, se aprecia como una constante reiterativa. Esta insistencia hace resultar
en ella como algo inédito, en extensión, en intensidad y en experiencia propia
de la cruz, ya que en todos los escritos de santos y santas el tema de la cruz
surge de vez en cuando, hay tratados especiales sobre la cruz o capítulos
dedicados especialmente a este tema, pero en María Evangelista la cruz es
protagonista en toda su obra y en toda su vida. No hay un tratado concreto sobre
la cruz, sino que las alusiones a la cruz, a la obra de la cruz, son constantes, todo hace relación a ella como
prenda de salvación e identificación con el Crucificado. Tanto es así que hace
exclamar a D. José Rodrigo -uno de sus copistas- en el preludio de la copia que
hizo de la Obra del Génesis que al conocer su vida y escritos se entendía como
que el Señor la había escogido para declarar las excelencias de la cruz, lo que debemos a la cruz, el seguro camino de la
cruz, la cruz como instrumento de la vida espiritual por el cual somos
redimidos y salvados.
En efecto, través de su obra
escrita se puede ver lo bien que entendió y lo intensamente que vivió María
Evangelista el significado de la Cruz desde el principio, pero, sobre todo,
durante el tiempo de su vida monástica. Su experiencia de la Cruz es una
experiencia viva hasta las últimas consecuencias. La Cruz unifica toda su obra
escrita y su misma vida porque la recorre entera, pues nunca le faltó la cruz
ni su peso fue ligero. Así lo consideran sus hermanas de comunidad y otros que
la han conocido por sus escritos o por los testimonios de personas coetáneas de
María Evangelista en Santa Ana o en Casarrubios, como es el caso de D. José
Rodrigo. Éste afirma que toda la vida de María Evangelista fue
una experiencia mística que tiene como base la
Cruz. Es decir, todo viene a confirmar que el camino de la cruz fue su camino y que la promesa que le hizo el
Señor se cumplió fielmente[2]. Este camino de cruz no es otro que vivir sólo y exclusivamente de la
voluntad y del gusto del Señor, a la manera de como el Hijo anduvo en la
tierra; esto es, vivir identificada con Jesucristo en Obra Redentora, que fue
toda su vida en este mundo.
El Señor, como mirando a mis pensamientos y recibiéndolos todos en su
corazón, dijo: María, eso es verdad, así
honro yo la cruz. No temas, que no hay de qué temer, ya que todo lo que yo obro
en ti es como una sombra de mis pasos y, como va en cruz, yo lo aseguro. Son
mis entretenimientos los que están en los desprecios que recibes, y allí
descanso yo, y derramo mi corazón en ellos y les doy mi manjar, que es el de la
cruz. ¿Qué haré Yo por los que así me siguen? Haré todo lo que me pidieren y
los haré conmigo una cosa. Y no hay nada
que no guste yo en enseñarle[3].
Todas
las circunstancias por las que paso a lo largo de su vida reflejan de principio
a fin la cruz; pero, sobre todo, y más aún que la cruz exterior es la interior.
Así se lo pedía el Señor.
Estando así, con este pensamiento, vino
otro a mi alma. Y fue que sentí un gozo grande al recordar una cosa pasada. Me
alegraba que se manifestase una verdad. Me dijo el Señor: Detente, no pases adelante en eso ni te goces
jamás en cosa que no sea en mis obras. Nunca tomes gusto en ti ni te goces a
solas, aunque sea con la verdad, ni dilates tu corazón en eso. Alégrate y
gózate sólo en mí y en mis obras, de manera que el alma no tome nada para sí, y
sólo se explaye en mí y en mi descanse, y crezca en mis obras, gozándose de
ellas y en ellas, que en otra cosa no será acertado. Y tu cruz es esto. Ya
sabes que esto es obrar en el alma y caminar por este camino con el coraje que
te he enseñado y el que has de procurar llevar.[4]
Hay
una insistencia en el querer del Señor de llevarla a la identificación con Él,
principalmente en el camino de cruz redentora. Por eso para ella, la cruz se
identifica con el Señor y con su doctrina, no hay en ellos división[5]. Y así le ocurre a María
Evangelista: su vida y la cruz son una misma cosa, por eso la obra que el Señor
hace en ella es una sombra de su obra,
una semejanza de su obra redentora.
Decía el Señor: María, ya te he dicho que ésta es una
semejanza de mi obra. No digo que es como la mía, sino una semejanza de la mía,
como una sombra de ella que yo he querido hacer en ti. Y así, no habrá cosa que
te suceda que no halles en mí lo mismo, porque yo ordeno tu camino a semejanza
del mío[6].
En María Evangelista la cruz también aparece como una
realidad unida a la Trinidad. De modo que, tanto la creación como la redención
y la salvación, están articuladas desde la cruz.
Hoy en la
comunión decía el Señor: María, ¿qué
piensas que quise dar a entender en que del Paraíso salía una fuente que se
dividía en cuatro brazos, con los que regaba todo el haz de la tierra? Esto era
figura de mi Ser divino, que toda la tierra coge y riega; y estos cuatro brazos
que se apartaban, aunque unidos, es que se derramaba su fruto por el mundo, en
significación de las tres divinas Personas unidas con la cruz; y un brazo de
ellos era figura de la cruz. Y regaban toda la tierra porque del Ser divino y
de aquella fuente de la Santísima Trinidad todo el mundo participa. El río
Pisón[7]
es la cruz, y aquel oro fino, acendrado, y las perlas preciosas que en él se
criaban eran las obras que obraban en el fruto de la cruz, unidas con él mismo,
pues aquella agua salía del mismo Ser divino, que era obras santificadas.
Decía el Señor que con esta misma unión obrásemos estas obras de cruz, que éstas
le serían agradables[8].
Se puede afirmar entonces que en su espiritualidad todo lo
configura la cruz y todo debe pasar por ella para tener vida, porque el fruto
de la cruz es la vida[9].
Sólo en la cruz el hombre puede ofrecer el verdadero culto con pureza de
corazón[10];
en todo lo que pasa por la ella no hay engaño, ya que a la cruz no se le pega
nada que no esté limpio y puro[11].
Por eso lo que viene con cruz es más seguro porque ésta le ayuda al discernimiento[12].
Por eso María Evangelista no teoriza sobre la cruz, pues la padeció durante
toda su vida. Su existencia entera está empapada de la cruz exterior e
interior, hasta convertirla en una misma cosa con ella. Es decir, su existencia
fue toda ella una vida crucificada de
principio a fin. Es más, se puede decir de su persona que fue una mártir de la cruz, por lo que padeció
tan humilde y silenciosamente, reconociéndose pecadora e indigna de aquel
reconocimiento del Señor:
Y
enseñando el Señor que de lo que se agradaba era todo de la cruz y de la sombra
que de los pasos de su Hijo había puesto en mí, yo, como me hallaba tal, le
dije: “Señor, ¿pues no veis las faltas que tengo y lo mal que correspondo? Si
me dais a conocer tus caminos, esos vuestros son, que yo no hago nada en ellos,
antes los resisto, pues no obro en ellos como Vos queréis, así, con perfección.
El Señor, con grande amor, dijo: No hay
cosa que más mis caminos perfeccionen, que es que el que camina por ellos se
conozca a sí.
Ofrecer siempre cualquier tipo de sufrimiento, tanto externo
como interno, que iba surgiendo a día a día, fue su tarea principal en este
mundo, que, al ir unida al sufrimiento redentor de Cristo, cobró valor infinito
y salvífico.
Y para no alargar,
citamos literalmente un párrafo del libro de Oscar Antonio Solórzano, que ha
estudiado a fondo su vida y obras.
“La
idea es que en ella no hay absolutamente nada sin cruz y que con ésta Dios ha
articulado toda la creación y la redención. La belleza, la dulzura con que
habla de ella no puede dejar a nadie indiferente; hay muchos escritores, mas
poco han hablado de la cruz con esa sencillez y a la vez con tal profundidad.
Qué duda cabe que la doctrina de la Iglesia sobre la cruz viene a ser
enriquecida cobrando nuevo brillo. Muchas aportaciones tienen los escritos,
pero la visión de la cruz es una de las fundamentales, por eso he querido comenzar
valorando su papel esencial.
Su
espiritualidad, centrada en lo interior, pudiera ser una denuncia a todo lo
externo, a la pompa, a lo aparatoso de la religiosidad de aquel tiempo. En ella
todo tiene sabor a “interior”: véase (en su obra escrita) la cruz interior, las
llagas, el martirio. Veremos que, estas experiencias están relacionadas. Las
llagas, la muerte y resurrección no hacen más que confirmar el papel para el
cual el Señor ha destinado a María Evangelista, que es ser figura y retrato de
Jesucristo. Y de Cristo crucificado, porque toda gira en torno a la Cruz”[13].
El Señor corresponde con un
amor esponsal al amor de María Evangelista, como el declarado en el Cantar de
los Cantares; la lleva tatuada en sus manos y comparten el mismo lecho de amor,
que es la cruz[14].
Es un amor maduro ya que es probado por el sufrimiento, causado en aquellos
momentos por las persecuciones que provocan sus escritos y comuniones más
frecuentes que las habidas en el resto de las hermanas, o en la comunidad.
Frecuencia de comuniones que no ha solicitado ella sino sus superiores o
confesores. Estas persecuciones la introducen dentro de las prefiguraciones bíblicas.
El mismo Jesús se lo recuerda: David perseguido por Saúl, los cristianos perseguidos
por Pablo, Pablo perseguido por Satanás; ahora le toca a ella, de manera que le
dice: quien a ti te persigue, a mí me
persigue[15].
Muchas son las personas que sirven al Señor, pero nadie como ella conoce por experiencia y con claridad el
misterio de la cruz interior. Con ello, el Señor señala el carácter único y
excepcional de su relación con ella.
María, te digo
de verdad que tengo algunas personas en el mundo que me sirven con verdad y
desengaño, pero hasta ahora no tengo quien sepa, por experiencia y con la
claridad que a ti te enseño, este
misterio de la obra interior de mi cruz, que es obra y secreto muy escondido e
ignorado de todos[16].
Resulta
demasiado breve esta pequeña reseña sobre “la Cruz en María Evangelista” para
lo que requiere este tema en ella, en su vida y en su obra, pero el Blog sí es
un medio adecuado para subir una breve exposición como medio empezar a darlo a
conocer y así comenzar a disfrutar de su sabiduría y experiencia de la Cruz salvadora
de Cristo y del cristiano en Él, Ya que,
para María, la Cruz fue el gran Libro de la
Sabiduría y crucificada ella aprendió toda la Ciencia Divina que vivió y
escribió por mandato divino, que se manifestó a través de sus superiores y
confesores, para dar a conocer al mundo, el gran amor que tiene la Trinidad por
la Humanidad en Cruz[17].
[1] UNA
ESCRITORA MÍSTICA MONÁSTICA DEL SIGLO XVII,
[2] En
esto es lo que te he dicho tantas veces, que quiero que tu camino sea semejante
al mío, conforme a tu corta capacidad. Este es mi camino, no hay otro mejor ni
Yo escogí otro para mí. Este es el tuyo, ésta es mi voluntad; mira si tú hallas
otro mejor en todos los caminos. Por éste has de caminar y ésta es tu senda.
[3] QUINTERO María Evangelista. Misericordias
de Dios comunicadas, n. 38.
[4] QUINTERO María Evangelista. Misericordias
de Dios continuadas, n. 23.
[5] El Señor
dijo: No doy Yo mi cruz sino dando antes
mi favor, porque adonde yo pongo este tesoro doy luz de él. Y la cruz y yo
somos una cosa, de manera que, yo asisto en la cruz y por ella se sube a mí y
me comunico en ella; y la cruz y yo somos una misma cosa porque los frutos de
la cruz son míos, y toda la vida de la Iglesia es de la cruz y mi sangre es
fruto de la cruz.
[6] QUINTERO María Evangelista,
Misericordias continuadas, n. 80.
[7] Gn 2,11.
[8] QUINTERO María Evangelista, Obra
del Génesis, 18 de enero 1628
[9]
QUINTERO María Evangelista, Misericordias
de Dios comunicadas, nº 13. Me
decía su Majestad: Así pago a todos los
que me siguen por cruz, y no es menos merecedora la cruz que de mí mismo.
Porque asistía con mi Hijo en la cruz y daba valor aquella sangre, que era lo
que la cruz hacía salir de aquel cuerpo, y era el fruto de aquel racimo de uvas
salido de la tierra de promisión, que era del seno del Padre, cuya persona soy
Yo. Y como Su Majestad en eso enseñase tantas cosas y el fruto de [las]
obras de la cruz, como era la riqueza de la Iglesia adonde el hombre recibió su
vida.
[10]
QUINTERO María Evangelista, Misericordias
continuadas Favores y mercedes –
Ángeles y Santos. Viernes, 12 de noviembre. María, aunque la cruz quiera total pureza y tú no estás purificada del
todo de las faltas de ayer, con todo, no quiero que se deje el sacrificio hoy,
que Yo lo purificaré con mi gracia. Fue poniendo el Señor en él y decía: María, en esta obra de cruz interior, obrada
con mi espíritu, es donde deposito Yo todos los tesoros de mi Iglesia que el
sacro senado allá dispensa, porque Yo estoy en ella y le aplico el valor de mi
sangre. Y volviéndose al Padre eterno decía: Padre, aunque por la fragilidad humana esta criatura que está en la
cruz tiene algunas faltas, pero en el mismo sacrificio en que Yo obro hay fruto
y valor para consumir estas mismas faltas. Yo, con el valor de mi sangre las
consumo.
[11]
QUINTERO María Evangelista, Favores y
mercedes-Ángeles y Santos.
Viernes, 12 de noviembre. En esta obra de la
cruz no puede haber engaño porque no cabe en ella cosa imperfecta: es toda pura
y justa.
[12]
QUINTERO María Evangelista, Misericordias
de Dios comunicadas. nº 40. No será
engañada el alma que en cruz viviere, porque la cruz tiene por propiedad de dar
luz y la cruz es verdad. Y, quien en verdad está, está en mí y Yo en él como en
mi centro. Y no puedo Yo dejar de estar en el alma que en verdad me busca. Y
esta alma estará conmigo, que está en cruz, porque como Yo viví en cruz ahora
me lleva el alma que en cruz está, y allí acudo como a centro mío. Y enseñaba
el Señor mirar por esto a mi alma con particular amor, solo por haberle dado a
conocer estos pasos suyos y haber figurado en su corazón la cruz.
[13] SOLÓRZANO Óscar Antonio, El sentido de la Historia para conocer a Dios y renovar la Iglesia,
Las revelaciones de María de San Juan
Evangelista (1591 – 1648) p. 218. Ed.
Camus Impresores, S.L.
[14] QUINTERO, María Evangelista, Obra
del Génesis, 30 de marzo de 1628
[15] Ibidem. Obra del Génesis, 10
de enero de 1628
[16]
QUINTERO, María Evangelista, Libro de la
Venerable Madre, 22 octubre de 1627
[17] QUINTERO María Evangelista. Misericordias de Dios comunicadas, n. 45