Autora:
Nuria Sáez Sánchez
Ed.
Xerión, Aranjuez 2020
Comentario: P. Victorino terradillos
Me he encontrado
con este libro. Lleva de subtítulo:
La Cruz, escalera celestial para la Madre
María Evangelista.
Y lo he empezado a
leer, rápido, casi sin parpadear; porque escuchaba la voz de la narradora, no
podía dormirme, todo en un tono suave, como si a una persona joven, casi a unas
niñas las estuviesen contando una historia, una aventura preciosa, real, con
espacios de colores y con interrogaciones constantes. Como para fijar los ojos
y abrir aún más los oídos de los niños, de una edad adolescente.
La trama es fácil.
Es una historia, una invención constante, un diálogo entre la verdad y las
personas que habitan un monasterio. Tiene algo de fantasía, de hallazgo, de
trama con lugares fijos que se pueden imaginar, corredores subterráneos, donde
quizás se puede encontrar un tesoro.
He encontrado,
entre lo descrito y dibujado maravillosamente con colores fuertes, realistas,
una despedida de una joven, el encuentro que se va haciendo con Madre
Evangelista, la vida que zozobra en el interior de todas las personas y la paz.
Como una sombra
gigante he visto, entre el panteón, la cruz y los pájaros, el dolor y un robo.
Todo sucede en el tiempo, entre los diálogos vivos y amenos, preguntas y
génesis. Porque se oye el nacer de un cuadro, de una imagen pintada, de unos
papeles que son descifrados. Al iguale que se puede descifrar un cáncer, un
amor, un robo.
He seguido el hilo
perfectamente. Los nombres son reales, el lugar también, y los encuentro
descritos de modo afortunados, como el castillo, o las calles, o el día de la
fiesta y se ven flores y música por todas partes.
Con acierto y éxito
se puede dedicar esta mujer, Nuria Sáez, a escribir. Lo hace con elegancia,
como si su natural fuese describir, hacer estas escenas y colorearlas de
realismo, diálogo y con el fin de educar en unos valores; traer a la memoria y
escenario de casa la vida y realidad de una Monja Cisterciense que vivió en el
siglo XVII, y sigue viviendo en el siglo XXI. Pues está para ser escuchado por
gente joven de este tiempo, y da gusto el tono que ha escogido para hablar.
La escena del
herbolario está tan agradablemente bordada, que hasta se llega a ver el
colorido y percibir el olor de todo un jardín. Lo cuida Miguel.
Y entre los ruidos
posibles de una oración, en Casarrubios del Monte, en el Monasterio
Cisterciense, se pueden oír segundos de silencio, de risas, un umbral que se
pasa de mi yo al yo tuyo.
Se puede volver a
leer más veces. Con el tiempo, se llega a localizar al profesor, a la alumna,
Toledo, el autobús, la tienda de dulces, la verónica, el cuadro que podría
estar en un museo de fama mundial.
P. Victorino terradillos.
Arenas de San Pedro de Alcántara 20-07-2020