“Libro de M. |
El escrito que vamos a ir publicando aquí para que todos
podáis enriqueceros con ellos, titula: “Libro de la Venerable[1] Madre
María Evangelista. Año 1627", No desarrolla un tema especial a lo largo
del libro, así como ocurre con otros. Sí como en todos, está presente el tema
de la Cruz.
Domingo,
11 de julio
Estando
ocupada mientras la oración de la tarde, pasando por los claustros, el Señor
desde su corazón me decía que, aunque estuviese por la obediencia más ocupada,
no faltaría Él en llevar adelante su obra comenzada.
Lunes,
12 de julio
En la oración
de la mañana puso Su Majestad mi alma en cruz, más al vivo que hasta entonces,
y con un tormento y quebranto muy particular y nuevo. Y decía que quería
perfeccionar su obra en mi, y por el valor de su cruz, hacía bien a las almas del
Purgatorio, ya que era día de almas. Aliviaba a muchas y sacaba algunas. De esta
manera la tuvo en quebranto, como colgada en el aire, hasta la comunión de la Misa , en la cual Su Majestad mostró que el
quebranto nuevo procedía de otro quebranto que a Él le había sido el mayor de todos, que
era este: le mostró como una boca del Infierno y cómo en ella cabían gran
multitud de almas, ciento y más, por una que iba al Purgatorio y se salvaba; al
ver que tanta inmensidad de almas, por sus pecados no se aprovechaban de su
sangre, que derramaba como otras veces, en su corazón, le fue el mayor
tormento. Y así, le causó a ésta el mayor que hasta hasta entonces, y quedó con él mucho
después. Hizo Su Majestad bien por su sangre a muchas almas del Purgatorio.
El domingo,
con la cogulla de gracia, puso Su Majestad al corazón de su sierva en una paz
muy superior, y tal que no llegaban a él nuevas inquietudes que contra ella
andaban en casa, movidas del demonio por medio del natural de una religiosa
inquieta .
Prometiole[2] el Señor que
algunas veces la visitaría llegando al torno. Y le parece que llegó a dos o
tres días Su Majestad en figura de un pobre, muy amoroso y apacible, que muy a
deshora, cuando cerraban el torno, llegó a pedir limosna.
Martes,
13 de julio
En la oración
de la mañana el Señor se descubrió más de lo ordinario y la bendijo, diciendo
que la suya siempre era con aumentos de gracia, y que se los daba para que
todos los pasos que diese aquel día fuesen con ella y agradables a sus ojos,
pues los del mundo le eran tan abominables[3].
Sábado
,17 de julio
En la oración
de la tarde el Señor mostraba la nave que otras veces y decía: María,
Yo haré lo que tengo prometido. Yo guiaré a la que va en la nave y a quien la gobierna. Pero
advertid que en esta nave principal de mi Iglesia han navegado personas muy
ilustres. Con esto mostraba el Señor una gran multitud del coro de las
santas vírgenes que seguían con suma pureza al Cordero, y decía: Mirad
que os he dado lo mejor de mis tesoros, que es la doctrina más pura que Yo
enseñé y ejercité, dando a entender que era menester trabajar como
ellos lo hicieron. Díjome también el Señor que ya se habían abierto las
primeras hojas de la flor de Santa Flora[4].
Domingo,
18 de julio
En la oración
de la mañana el Señor se descubría a mi alma y decía: María, mi yugo es fácil y suave.
Y con esto mostraba cómo Él iba en una parte del yugo y yo en la otra. Y decía que Él iba
continuamente untando este yugo con el óleo de su gracia para que fuese más
ligero. Mostrábase Su Majestad muy liberal por ser día de vírgenes (era fiesta
de Santa Marina), y hacía bien al a la comunidad y a muchas almas.
Domingo,
18 de julio
En la oración
de la tarde no pude estar en ella, ocupada en su obediencia, el Señor en mi
corazón, más claro que lo ordinario y me dijo que aunque yo no podía descansar[5]
tan quietamente como antes en la oración, Él cumplía su palabra de no faltar de
obrar en mi alma.
Lunes,
19 de julio
En la oración
de la mañana el Señor me ponía en el ejercicio y obra de cruz interior muy al
vivo, y decía cómo no había cosa en que el alma más creciera, porque trae
consigo el ejercicio de todas las virtudes, y es como un tesoro escondido y una
mina de valor inestimable, que nunca se acaba de explicar su precio. Y parecía
que con el peso de la cruz iba el Señor exprimiendo el jugo y fruto de ella,
que era su sangre. Y por este valor alivió a muchas almas del Purgatorio y, en
particular, sacó X, el cual me saludó mostrando agradecimiento de lo que se le
había ayudado, y decía que por el valor de la cruz le había el Señor librado de
gravísimas penas en que estaba.
Martes,
20 de julio
En la oración
de la mañana el Señor se descubría y decía: María, los del mundo viven en un
grande engaño y error, que mi doctrina y verdad la tienen por engañosa, porque
habiendo Yo enseñado desprecio y humildad, ellos se despistan de esto y en todo
lo que ponen su atención es vanidad y
soberbia. Y así, se van despeñando en muchos y grandes pecados, sin tener luz
de la verdad que debían seguir. Y lo que más es de llorar: hasta en las
religiones[6] ha
entrado este mal, de modo que son rarísimos los que me siguen y tienen luz de
mi doctrina y aman la verdad. Todos, casi, se van tras sus gustos, todos buscan
honras y oficios[7]
para ser estimados y tenidos, y se desatienden de seguir la virtud y humildad.
Hasta en las recoletas[8]
hay muchos humos de soberbia, como algunas que se desprecian de traer poca dote
o que su dote, o parte, sea de prebendas[9].
No lo hagas tú así, sino en estas materias guarda silencio y humildad.
En la oración
de la tarde estaba algo rendida del trabajo del oficio de la portería este día, y postrándose en el
coro el Señor se descubría y decía: María, recuéstate en mi corazón y descansa
en mí, que es en quien está el verdadero descanso. Y así lo hacía el
Señor con mi alma.
Miércoles,
21 de julio
En la oración de la mañana estaba fatigada y falta
de sueño, y yéndome a dormir algo, el Señor se descubrió y dijo: Revertere,
revertere Sulamitis[10]. Vuélvete a mí para que te vea y me veas,
que sin verme no puede haber corona. Entre los del mundo no hay a quien Yo
pueda decir esta palabra, “revertere”, porque como se van tras sus gustos,
honras e intereses, no son capaces de volverse a mí con todo el corazón, y así,
sus coronas no lo son a mis ojos, sino desprecio y deshonra. Tú, para llevar y
ganar corona, has de volverte a mí solo, sin que ocupes tu corazón en otra
cosa. Y como que el Señor daba y ponía a mi alma en ello; Su Majestad
llevaba tras sí todo el corazón y me tenía en sí recogida.
En la oración de la tarde no pude estar en ella por
las continuas ocupaciones y, afligiéndome de esto por parecerme que las
ocupaciones me apartaban de Dios, el Señor se descubrió, y consolándome (en mi
corazón) decía: María, donde quiera que vayas miro todos tus pasos con gracia, que te
la doy para que los des con ella y sean agradables a mis ojos. Y con
esto iba llevando mi alma tras sí y sustentándola de sí mismo.
Jueves,
22 de julio
En la oración de la mañana, día de la Magdalena , el Señor
decía: María, hoy es día de pedir por los que están en pecado mortal, y muy
acomodado con el ejemplo de mi querida María Magdalena, que se dispuso tan bien
para que Yo le perdonase todos sus pecados. Y te digo de verdad que este día,
por lo que amo a la
segunda María que eres tú, deseo perdonar a todos los
pecadores, y de hecho los perdonara a culpas y penas si trajeran el aparejo que
deben, a imitación de la
primera María. Y pidiéndole yo por la comunidad,
el Señor las bendijo, y fue como promesa y prevención del favor que después les
hizo en la comunión de la Misa.
En la oración de la tarde el Señor decía: María,
¿quieres ir con Magdalena al sepulcro a ver si he resucitado? Cuando ella fue y
llegó allí no me halló, pero halló dentro las señales de mi resurrección, que
eran las señales de mi pasión y mis llagas en los lienzos de mis mortajas. Tú,
ahora, entra en tu corazón, que es mi sepulcro, y verás cómo he dejado en él
las señales de mi resurrección y pasión, que son mis llagas. En él las he
dejado impresas, para que te sean señales ciertas de que he resucitado en el
sepulcro de tu corazón, en el cual también he escrito mi doctrina porque tomo
valor de mi resurrección, que si Yo no resucitara vana fuera mi doctrina. Y
así, las obras que tienen valor son las obras resucitadas y, con el valor de mi
pasión y vida de mi resurrección, tales quiero que sean las tuyas, hechas con
vida.
Viernes,
23 de julio
El Señor, en la oración de la mañana, decía: María,
grandísimo descuido y olvido hay en el mundo de mi pasión, y siendo así que
este fue el mayor beneficio que de mí recibió, y en el cual está todo su
remedio y su gloria, no tiene cosa más olvidada que esta. La consideración de
este descuido me puso a mí de ordinario en cruz, y algunas veces di lugar de
tanto sentimiento a mi naturaleza, que ofrecí al Padre sacrificio por remedio
del mismo mundo, y olvido, y le fue muy acepto y agradable a sus ojos. Ahora
quiero Yo que tú también se lo ofrezcas, poniéndote en cruz, el mismo descuido
del mundo. Y como que el Señor ponía a mi alma en cruz con harto
quebranto, y Su Majestad se ponía en ella para darle valor a este sacrificio.
Se lo ofrecía al Padre eterno por reparo de este descuido del mundo y, de
camino, el Señor hacía mucho bien a la comunidad, con aumentos de su gracia,
aunque desigualmente, según la disposición de cada una. Y viéndome Su Majestad
quebrantada y sin aliento, que lo estaba por lo que Él daba a padecer por el
ánima de D. Laysa, dijo: Aliéntate, María, que tus hermanas Módica,
Flora y Lucila, y Valeriano[11],
no se descuidan de pedir continuamente por vosotros –como Yo se lo tengo
mandado– para que vayáis adelante.
Mientras la oración de la tarde estuve ocupada. Con
todo esto, el Señor se me mostraba dentro de mi corazón y lo atraía a sí con
deseos vivos de agradarle.
Sábado,
24 de julio
En la oración de la mañana el Señor decía: María,
anímate y pasa adelante con buen ánimo, que el que echa una vez la mano al
arado y vuelve atrás no es para el Reino de Dios, donde solos entran los
animosos y esforzados. Los tibios no lo hacen así, que como pierden el ánimo
con que comenzaron no llegan a mí, que soy el Reino del Cielo; todo cuanto
hacen es con frialdad.
En la oración de la tarde estuve hablando más de una
hora con la Superiora ,
y aunque cosas buenas, pero que no eran necesarias en aquel tiempo, lo cual
castigó nuestro Señor con un nuevo quebranto y con reprehensión del descuido,
diciendo que si hubiese sido necesario, que Él supliera la falta del tiempo y
diera el fruto de la oración a su alma, como si la hubiese tenido en mucho
sosiego, pero que no sufría que el tiempo de la oración se emplease sino con Él
o en forzosa ocupación de obediencia.
Domingo,
25 de julio
En la oración de la mañana daba al Señor grandes
ansias de estarse con Él y entregarse toda a su voluntad. Y decía: María,
¿qué piensas que es beber más o menos de mi cáliz, sino gozar más o menos de mi
doctrina y obrar en ella con el desengaño y verdad que Yo enseño? Y así, el que
hubiese bebido más de esta doctrina, con obras verdaderas y puras, será mayor
en mi reino. Con ésta justifico Yo las almas. Y tanto le puedo dar a beber, que
sea agradable a mis ojos a maravilla y Yo haga por ella mucho bien a muchos.
Así quiero que beba tu alma de mi doctrina y que llegues a justificarte, de
modo que tenga tu alma asiento entre todas las personas de la Trinidad Santísima.
Esto quise darte a entender en las tres hojas postreras que
te trajo Santa Flora, que son símbolo de las tres divinas Personas. Y la letra
significa que todas ellas serán todo para ti y tú para solo ellas. Y quiero que
estés entre ellas como los granitos de la flor, que están cerrados dentro de
ella, que así quiero que sea tu alma conmigo y con el Padre y Espíritu Santo.
En la oración de la tarde el Señor se descubría a mi
alma y ponía en el ejercicio y obra interior de cruz, que es solo donde crece
el alma.
Lunes,
26 de julio
Día de Santa Ana. En la oración de la mañana el
Señor decía: María, son tantas las gracias que tengo puestas en la cruz que son más
que migajas de ella, con ser tan innumerables, como multiplicadas
milagrosamente hay repartidas en todo el mundo. Y luego ponía el mismo
Señor a mi alma en ella y en la obra interior de cruz muy al vivo; y haciendo
trabajar el alma en ella dándole de su fruto, que es el de su gracia, con
muchos aumentos de ella. Y decía: María, hoy es día de ánimas y de hacer bien
a las del Purgatorio. Y diciendo esto las aliviaba a todas con mayor
liberalidad y en mayor grado que otras veces.
En la oración
de la tarde el Señor se le mostraba y daba muchas ansias de unirse con Él.
Estuve muy ocupada en la portería.
Martes,
27 de julio
En la oración
de la mañana el Señor se quejaba del mundo, que lo desconocía a Él y a su
doctrina, y decía: María, no hay quien me conozca y obre en mi doctrina y en la verdad que
enseñé y enseño. Todos están entretenidos en sus gustos e intereses, y a éstos
tienen por su dios y no reconocen otro; cosa digna de ser llorada y sentida de
todos mis amigos. Y diciendo esto, el Señor prometía que había de
llevar adelante la obra que había comenzado en mi alma, con el poder de su
brazo poderoso.
En la oración
de la tarde el Señor se mostraba a mi alma mucho más manifiestamente que los
días pasados y me decía grandes excelencias de la cruz. Y decía: María,
amé siempre tanto a la
Santa Cruz , que no sólo –como otras veces te he enseñado– la
traje siempre en mi corazón y anduve siempre, desde que tomé carne humana,
puesto en ella, para ofrecer al Padre eterno sacrificio continuo por los
pecados de los hombres, para aplacar la justa ira que tenía del
desagradecimiento y olvido de mi pasión; pero aún tuve tanta estima de la cruz
y de su obra, que aun en lo exterior anduve siempre como crucificado. Y aquí
sabrás por qué gusté de andar descalzo (este secreto –parece que daba a
entender el Señor– no lo había descubierto a otra persona del mundo): fue
por una como estima que tuve siempre de la cruz, en la cual traje siempre los
pies como enclavados, y con esta consideración y obra continua quise traerlos
desnudos, como previniendo lo que después habían de pasar en el madero de la
cruz.
Miércoles,
28 de julio
En la oración
de la mañana el Señor reprehendía unas faltas que tenía que eran unos
pensamientos que me distraían algo de Su Majestad. Y decía que cualquier falta
estorbaba su trato y comunicación, porque Él no podía ser visto ni conocido
sino de las almas puras. Y particularmente la obra de cruz interior, en que Su
Majestad había puesto a mi alma, pedía más pureza, porque la cruz era la que no
sufría falta ninguna. Y con esto parece que el Señor iba perdonando y quitando
las faltas que tenía, y comunicándose más a mi alma.
En la oración
de la tarde dio el Señor luz de la causa por [la] que aquel día me había tenido
muy apretada y quebrantada, con mucha copia de lágrimas, tantas, que sin
poderlas detener caían de los ojos en el coro y refectorio. Y decía que un
religioso, por cuya alma yo padecía, había tenido un corazón muy perezoso y no
había llorado sus pecados. Y pues ellos no se perdonan sin contrición y
lágrimas, era necesario que yo los llorase; y por esto me había dado aquellas
lágrimas.
Jueves,
29 de julio
Día de Santa
Flora. En la oración de la mañana estaba muy oprimida y lo había estado desde
el día pasado. Y el Señor se mostraba a mi alma y como que ponía su mano sobre
mi corazón. Hizo como que lo lavaba o frotaba por dos veces y decía que era
necesario purificar el corazón de las faltas que tenía; y así mostraba Él mismo
que lo hacía con su gracia. Y con esto apartó del todo el quebranto y pena que
tenía desde el día pasado, que era mucha, y desahogó el corazón, y llevó todo a
sí, que es el centro de él.
Este día, en
la comunión de la Orden ,
el Señor se comunicaba a mi alma y decía: María, ¿cómo ha de crecer la flor y cómo se
ha de abrir si no le da el calor del sol? Si el corazón no se guarda puro y
limpio, con mucho cuidado, no podré Yo insuflar el calor necesario en él y, sin
calor, no crecerá ni se abrirá. Con esto daba el Señor a entender que
las segundas hojas de la flor en que ahora estaba, de la continua
mortificación, eran las que más habían de durar en abrirse, y que las últimas
del amor recíproco las abría Él en las comuniones. Y lo mostraba, que entonces
lo hacía, y ponía en ello a mi alma de modo que yo no podía ignorar que era Su
Majestad quien lo obraba. Luego comenzó el Señor a repartir sus misericordias en
la Comunidad ,
y por todo el mundo parece que caían a manera de una lluvia menuda, como maná.
El mismo día
en la comunión de la Misa ,
que fue solemne de Santa Flora y su hermana, Santa Lucila, y San Valeriano, con
una conmemoración de Santa Módica, me trajo el Señor los cuatro santos. Venía
Santa Módica en medio de las dos hermanas –Flora a mano derecha, Lucila a la
izquierda– y, junto a ellas, Valeriano, y todos me saludaron amorosamente y me
hablaron. Módica dijo que fuese muy adelante [en] la obra de la cruz que el
Señor había comenzado en mi alma y que no desfalleciese, y para ello guardase
con cuidado la pureza del corazón, sin la cual no podía crecer la obra de cruz;
que ella así se lo rogaba y rogaría al Señor continuamente por nosotros. Flora
dijo que pedía al Señor creciese mucho la flor y se abriese con toda perfección
para mucha gloria de su divina Majestad. Lucila dijo que le rogaba que el
bordado de la cogulla[12]
de cruces fuese adelante y que no pusiese yo los ojos sino en la cruz, pues no
había otra cosa que así agradase al Señor. Valeriano dijo que él pedía al Señor
honrase a los que los honraban y celebraban su fiesta. Y con esto se
despidieron los cuatro santos y volaron al Cielo.
Este día me
mostró el Señor al demonio Elación, que anda furiosísimo inquietando a las
monjas de casa y había hecho efecto en algunas. Yo le dije al Señor que cómo
andaba tan rabioso, y me dijo: María, ¿de qué te sorprendes, que es la
misma soberbia? Este demonio había tentado mucho tiempo a la prelada
pasada contra mí, y ahora, en particular, tentaba a una monja con mucha
impiedad.
En la oración
de la tarde no pude estar por ocupaciones, pero después me postré en el coro y
me quejaba al Señor de ellas (las ocupaciones), temerosa de que me apartasen de
la comunicación con Su Majestad y de que por mis faltas, Su Majestad así lo
ordenase. Y el Señor me decía: María, a la manera que está un río cuando le
detienen su corriente y un padre que con ansias desea aumentar un hijo que
mucho quiere, pero algún impedimento no lo deja
obrar como quisiera, así estoy Yo cuando las ocupaciones te impiden de llegar
a mí con la quietud que es menester para recibir de lleno mi espíritu.
Y mostrábame el Señor cómo era así y las ansias que Su Majestad de esto tenía; me
las da a mi grandes de darme toda a Su Majestad y de comunicar de sus tesoros.
Viernes,
30 de julio
En la oración
de la mañana, viéndome cansada de ocupaciones y con gana de no pasar adelante
en la escritura, el Señor me decía: Al fin, María, si te quito el maná no puedes
pasar y si te lo doy te cansa. Allá en el desierto, cuando a los hijos de Israel
sustentaba con maná del cielo, se cansaron de él y les daba en rostro, y
apetecían las cebollas de Egipto. No seas tú así. El maná que te doy es mi
doctrina, no te canses de escribirla. Escríbela, que hay mucha necesidad de
ella en el mundo y no tienen cosa más olvidada que ésta, siendo la más
necesaria, y sola la
necesaria. No veo por qué que lo dejes de escribir: escríbela
que es mucho menester en el mundo. Era día de sacrificio y dijo Su
Majestad, que en la Misa
se haría.
En la comunión
de la Misa , que
fue por una difunta que la tarde antes habían enterrado en casa, el Señor hacía
lo que siempre y derramaba su sangre. Y decía: María, ya te dije que hoy es día
de sacrificio y que se había de hacer ahora. Puso luego el Señor en él,
con mucho sufrimiento mío, y lo ofrecía al Padre por una religiosa que estaba
muy inquieta, por quien yo le había pedido. Y decía: Padre eterno, recibid este
sacrificio por aquella oveja, que si hay una descarriada que anda fuera de
vuestros pastos y doctrina, otra hay que está en cruz y sigue mis pisadas. Esta
os ofrezco por aquella, para que no miréis sus faltas, sino antes la perdonéis
y subyuguéis.
En la oración
de la tarde estuve ocupada, y volviendo después un rato al coro, estando
recogida, me dieron grandes ansias de no faltar a los tiempos de la oración. Y
descubriéndose nuestro Señor como en figura humana, aunque solo el alma lo vio,
me eché a sus pies con ansias, dándole quejas de que permitía tantas
ocupaciones y que daba lugar al demonio para que me ocupase algunas veces sin
necesidad precisa. El Señor me apartó de sí, como a la Magdalena , y dijo: No me
toques, que estoy resucitado. Yo le repliqué: Pues Señor, ahora no os toco exteriormente como la Magdalena , sino en
espíritu. Así es, verdad –dijo el Señor–, pero llegas con imperfección, y
estas quejas no traen la pureza de resignación y paz interior que Yo quiero, y
esto solo basta a apartarte de mí.
Sábado,
31 de julio
En la oración
de la mañana me cargó algo de sueño, aunque no mucho, y el Señor dijo: María,
despierta. Y con esto quitó de mí toda la gana de dormir. Y prosiguió
diciendo: Los tibios, María, siempre están dormidos, nunca acaban de despertar y
echar de ver lo que les importa aprovechar y trabajar en mi doctrina. Todo es
olvido de mí y de ella, andan lejos de la verdad, no despiertan a mis
inspiraciones.
En la comunión
de la Misa el
Señor hizo lo que siempre y derramó su sangre aumentando su gracia en mi alma.
Y en acabando de comulgar me borró de la memoria la comunión. Yo me
afligí mucho y me ocurrieron los pensamientos ordinarios de falta de
satisfacción de lo que por mí pasaba. Se mostró el Señor entonces en mi corazón
en figura de niño y esto me causó más novedad. Y volviéndome a Él le dije: Señor, ¿qué es esto? ¿Qué novedades son
estas? Su Majestad respondió: ¿Qué quieres? Que en el mundo estoy niño,
nunca acaban de buscarme en edad perfecta. Todas son niñerías las obras que
hacen, aun los que profesan estado de perfección, porque cuando piensan que me
tienen es buscando sus comodidades e intereses, y en faltándoles éstos no hacen
nada. Y añadió: Permití la distracción y pena que has tomado
porque los pecados no se perdonan sin alguna satisfacción, que es siempre
penal, y por esto todas las obras que Yo hice en el mundo fueron penales,
porque con ellas satisfacía al Padre por vuestras culpas. Y a esta pena que
tuviste he aplicado Yo el valor de las mías y le he dado que tenga el efecto
que verás. Con esto enseñaba el Señor que aplicaba el fruto de su
sangre, derramada en mi alma, a las almas del Purgatorio, y salían de él como
una legión de almas llenas de gozo y alegría, caminando al Cielo y cantando
alabanzas a la sangre del Señor, por cuyo valor eran libres. Y con ellas iban
sus ángeles, que las acompañaban, gozosísimos del fruto de la cruz que llevaban
a presentar al Señor en su gloria.
En la oración
de la tarde yo estaba algo oprimida con lo que en casa había de dichos y
ocasiones contra mí y contra cosas mías, y pedía al Señor las sosegase. El
Señor me decía: María, ¿no has oído decir que un hombre tenía convidados y que fue a
casa de su vecino a pedir panes que darles, y que aunque no se los quería dar,
finalmente, por su mucha importunación, se los dio? Yo tengo a quien dar el pan
del fruto que saco de estas ocasiones que, con el valor que les doy de mis
obras y pasión, hago bien y sustento a muchas personas de mi familia. Pero si
tú eres importuna, vendré a concederte lo que pides y dejaré sin pan a los que
se habían de sustentar con él. Con esto daba el Señor conformidad con
su voluntad, y deseos de padecer por Él todo lo que Su Majestad quisiere, y
desengaño de no pedirle más que el cumplimiento de su santísima voluntad.
[1] Venerable, en aquella época se denominaba
a todos los que tenían fama de santidad.
[2] A veces habla como si de otra persona se
tratara no se si misma, en realidad se refiere a su alma.
[3] Nota
del padre Vibar tachando este párrafo: “Está en la hoja siguiente”.
[4] Santa flora martir
[5]
Descansar, holgar.
[6] Monasterios, congregciones.
[7] Cargos
[8] La propia comunidad.
[9]
Rentas anejas a un canonicato u otro oficio eclesiástico.
[10] Revertere, revertere Sulamitis; revertere,
revertere ut intueamur te. (Biblia Sacra Vulgata, Cantar de los Cantares 6,
12): “Vuélvete, vuélvete Sulamita; vuélvete, vuélvete y te miraremos” (Cnt
7,1).
[11] Santos mártires
[12] Hábito que se utiliza sólo cuando se reza
el Oficio Divino en el coro.