D. Ignacio Palacios |
Sacerdote de la Archidiócesis de Toledo (España)
Párroco de la Iglesia de Santa María Madre de la Iglesia
Profesor de filosofía den el Centro de Estudios Teológicos San Ildefonso, de Toledo
En una visita al monasterio de las monjas Cistercienses de
Casarrubios del Monte (Toledo), oí hablar por primera vez acerca de la Madre
maría Evangelista. Me impresionó en primer lugar, que habiendo trascurrido
tanto tiempo desde su muerte, siguiera gozando de la devoción y confianza de
tantas personas, no sólo en el monasterio en el que vivió como religiosa, sino
también de tantos otros vecinos de la zona que en el seno de sus familias
habían recibido el testimonio de su vida, y a ella se encomendaban.
Lo que más llamó mi atención al conocer la figura de la
Madre maría Evangelista, fue el ejemplo de su vida entregada a las tareas más
humildes del monasterio. Habiéndola elegido el Señor para una tarea sencilla
quiso mostrar cómo esa vida de oración y servicio a Dios en la vida
comunitaria, le agradaba de manera especialísima. Como prueba de la bendición
de Dios hacia ella, el Señor la quiso colmar de multitud de sus dones. A las
gracias mística que recibió la Madre, se unía una vivencia alegre de lo que
constituye el alma y esencia de la vida cristiana: la caridad.
Para la Madre María Evangelista la entrega de amor a Dios,
se traducía en una entrega de amor al prójimo. Su delicadeza y afabilidad en el
trato contribuyeron a la edificación de la vida de comunidad del monasterio en
el que Dios la había puesto. En seguida esas virtudes traspasaron las paredes
del monasterio, llegando su ejemplo a cuantas personas se acercaban al
monasterio y tenían ocasión de conocerla.
Su fama de santidad traspasó además los límites del tiempo.
Su vida ha servido de estímulo en la entrega delicada, fiel, y silenciosa de
tantas monjas cistercienses que la han conocido a través del testimonio de las
generaciones que las han precedido. Su
ejemplo nos ayuda a percibir la centralidad que el encuentro con Cristo
tiene en el camino de unión con Dios, al que está llamado todo cristiano. Su
vida pone de manifiesto cómo de esa unión esponsal con Cristo, brota toda la
fecundidad espiritual de la entrega a Dios y a la Iglesia.
Pido a Dios, que el proceso de la Madre Evangelista ayude y
estimule a muchas personas en su encuentro y entrega a dios, de manera especial
en la vida contemplativa. Que la intercesión de la madre María Evangelista
contribuya también a la renovación en su consagración a Dios de tantas
religiosas contemplativas que, en el silencio de sus monasterios, oran sin
interrupción por la salvación y las necesidades del mundo.
D. Fernando Palacios Blanco
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D. Fernando Palacios Blanco
Sacerdote de la Archidiócesis de Toledo (España)
Estudiante de Doctorado en Derecho Canónico
Pontificio Colegio Español de Roma
Habiendo
tenido noticia de que se ha incoado la
apertura del proceso de beatificación de la Madre María Evangelista, quisiera por medio de esta carta ayudar para
que dicho proceso se pueda lleva felizmente a su término, y podemos ver muy
pronto en los altares a esta monja cisterciense. Habiendo vivido a caballo de
los siglos XVI y XVII, su testimonio nos ha llegado, por así decirlo, fresco y
de primera mano, a través de las monjas cistercienses del Monasterio de
Casarrubios del Monte, donde vivió.
El
testimonio de sus virtudes, principalmente su vida de piedad, la obediencia
vivida en el seno de la Orden a la que perteneció, y la caridad sin límites
hacia propios y extraños, han hecho que su fama de santidad se extienda hoy a
varios monasterios de la Orden Cisterciense así como a gran número de fieles, a
pesar del largo lapso de tiempo transcurrido desde su muerte.
Espero que el reconocimiento de la santidad de vida
de la Madre María Evangelista, ayude a una vivencia renovada de su consagración
religiosa a muchas monjas contemplativas, de manera especial a las
pertenecientes a la Orden Cisterciense. Pido a Dios que la ayuda e intercesión
de la Madre María Evangelista abra el corazón de muchos fieles al conocimiento
y entrega a Dios, y les sirva de estímulo en el camino de su propia
santificación e identificación con Cristo.
D. Fernando Palacios Blanco